Los grupos

La violencia del prejuicio

Igual que se ha opuesto a que otros generalizaran la responsabilidad de la lacra de la violencia política a toda la sociedad vasca, esta debe oponerse a quien desde su interior generaliza la responsabilidad de otros delitos en el origen de las personas

Deia, 15-11-2011

EL dramático episodio que en la mañana de ayer ensangrentó la calle Zabalbide del bilbaino barrio de Santutxu y sus trágicas consecuencias – un muerto y seis heridos de diversa consideración – desataron desde un primer momento una indignación lógica que, sin embargo, no estaba exenta de consideraciones que mezclaban la crudeza de los hechos con el perfil de su protagonista, en un ejercicio que muy posiblemente no se hubiese producido de no ser este extranjero y de características concretas. Así, en esa indignación, quizás hasta comprensible en los primeros instantes, se podía adivinar, aunque contenido, un brote que la sociedad vasca viene tratando de evitar en los últimos tiempos pero al que la extensión de la crisis económica sirve de abono y que se riega con sucesos muy concretos ante los que es preciso extremar el celo y la cautela. Porque si no se puede negar que determinados actos delictivos o de violencia (social, intrafamiliar, de género…) tienen un determinado porcentaje de protagonistas de perfil definido y que entre ellos son numerosos los foráneos, tampoco sería justo obviar que la misma sociedad agudiza y amplifica esos casos ni que los estratos sociales de donde surgen son aquellos en los que los efectos de la necesidad, la insatisfacción y la realidad de la exclusión se hacen más patentes al mismo tiempo que los mecanismos educacionales, culturales y familiares de contención de las lacras de la violencia y/o la delincuencia son mucho más escasos. Y es precisamente por ello que las ayudas y el control institucionales deben precisamente extremarse en tiempos de fuerte y continuada crisis económica como los actuales, evitando en lo posible la reducción de las primeras y fomentando también en lo posible el segundo. El hecho de que el agresor de Santutxu no formara parte de alguno de los grupos étnicos que, de modo más o menos general, la sociedad relaciona con la proliferación de ciertos delitos, que pertenezca a una familia relativamente acomodada y posea un determinado nivel cultural y que sin embargo pueda presentar síntomas de estar afectado por una enfermedad que no distingue entre tipos raciales y clases sociales, debería hacer pensar a todos los que pretendieron explicar el drama del irracional ataque simplemente en la procedencia de quien lo realizó. Del mismo modo que ha venido luchando durante décadas contra los intentos con los que desde el exterior se pretendía generalizar la responsabilidad de la lacra de la violencia política a toda la sociedad vasca, esta debe también plantarse ante quienes desde su interior pretenden generalizar en el origen de las personas la responsabilidad de otro tipo de delitos y violencias, generando una nueva violencia, siquiera intelectual, que en palabras de Martin Luther King, solo contribuye a acentuar el problema.

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