Serenidad tras la conmoción

El Correo, 15-11-2011

El terrible suceso acaecido ayer en Bilbao, donde un hombre la emprendió a puñaladas contra quien se le cruzó en el camino y causó la muerte de un jubilado y heridas a otras seis personas, ha provocado la lógica conmoción entre los vecinos del populoso barrio de Santutxu, escenario de los hechos, y en el resto de la ciudad. Resulta imposible no estremecerse al contemplar cómo alguien arrebata la vida de un semejante. La reacción de las autoridades es, pues, el reflejo del sentir popular; y la decisión del Ayuntamiento de personarse como acusación particular cabe entenderla como un gesto de implicación y solidaridad con el dolor colectivo, que además permitirá a la Corporación estar al corriente de todas las diligencias que se practiquen sobre el caso. Pero, en espera de que estas avancen, y escuchado el relato que ofrecían los atónitos testigos, es difícil atribuir el terrible episodio a otra causa que no sea el arrebato de una persona que lanza su ataque irracional sin discriminar entre sus inocentes víctimas. Serán los jueces quienes, a la vista de los informes periciales, determinen el grado de responsabilidad que pueda atribuirse al autor de los hechos. Pero es preciso tener en cuenta que la acción de un hombre solo – quizá con sus facultades alteradas – es el menos previsible de los delitos y, por ello, el que más indefensión provoca. Por contra, es también una acción aislada que, una vez detenido el causante, no tiene por qué dar lugar a un clima de alarma o inseguridad colectiva. En todo caso es de alabar la reacción valiente de quienes, sobreponiéndose al lógico temor que inspira un individuo atacando a diestro y siniestro con un enorme cuchillo, tuvieron la habilidad y la determinación necesarias para reducirle y evitar así que aumentase la magnitud de la tragedia. Es ineludible hacer un llamamiento contra cualquier interpretación xenófoba de lo ocurrido amparándose en la condición de extranjero – de nacionalidad iraní – del agresor; solo él, y en la medida que la Justicia lo determine, debe cargar con la culpa sin que esta se extienda ni a sus compatriotas ni a la amplia comunidad extranjera que vive entre nosotros. La serenidad, además de la solidaridad con las víctimas y sus familias, es en estos casos el mejor lenitivo contra el brutal golpe recibido.

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