Anécdotas de inmigrantes

El Correo, ELENA SIERRA, 12-11-2011

A Jordi Sierra i Fabra le suelen preguntar por su famosa capacidad para escribir una novela en un mes. No es una exageración. De hecho, el año que viene publica un libro de memorias – «desde pequeño anotaba cada día cuántas páginas había escrito y dónde, en cuánto tiempo, etc», explica – que da fe de su prolijidad y que se titula ‘Mis primeros 400 libros’. Casi nada. Los que lleva publicados, y otros tantos serán los que le faltan. «Mi cabeza es un sembrado, no puedo parar. Soy como un crío saltando de un tema a otro. Me gusta experimentar», se ríe.

Para redactar ‘Sombras en el tiempo’, novela con la que ha ganado el Premio Ciudad de Torrevieja y que publica la editorial Plaza & Janés, sólo ha necesitado, dice, «sentarme y recordar todas las anécdotas que había oído contar a la familia de mi mujer en 40 años». Y es que entre los padres y las tías y tíos de su esposa, emigrantes murcianos en Barcelona, tienen historia para varios libros. Si a eso le suma las experiencias que él tuvo como oficinista en una empresa de construcción en los años 60, no hace falta imaginar mucho.

«¡La de cartas y telegramas que habré escrito para aquellos hombres! A Barcelona, como aquí supongo, llegaban primero los padres y cuando se habían asentado un poco, mandaban ir al resto de la familia», recuerda. «Una vez escribí un telegrama que me hizo darme cuenta de lo bien que vivía yo; y eso que éramos pobres, lo que yo ganaba se lo daba a mis padres enterito. Decía: ‘Tengo habitación, bolígrafo y transistó. Veníos p’acá’. ¡Bolígrafo! ¡Transistó!», se sorprende aún. El buen hombre quería que su mujer y sus cuatro hijos se mudaran a Barcelona, a su habitación, el sueño de reunificación familiar que hoy en día todavía tienen muchos inmigrantes.

Las tías protagonistas

Antes de la Guerra Civil, en los años 30, llegaron a Barcelona 70.000 andaluces y 80.000 murcianos. «Y mira el mapa, la diferencia de tamaño», anima. Después, y durante décadas, otros cuantos. Entre ellos la familia de su mujer, que «nació ya en la ciudad y a la que sus padres tuvieron el buen ojo de mandar a aprender catalán. Eran todos del Barça, el fútbol era una manera de integrarse». Sobre todo después de que llegara Kubala, que revolucionó a partir de 1950 el campo de juego y hasta las ideas de los españoles. Se abría todo un mundo, que seguía allí pese al oscurantismo en que se había vivido la década anterior.

Porque, como explica Sierra i Fabra, «la guerra no acabó hasta 1952, que fue cuando salieron los últimos presos que quedaban en las cárceles por haber luchado en el bando republicano y cuando se acabó la cartilla de racionamiento. Ese año, además, se celebró el Congreso Eucarístico en Barcelona, y hubo un millón de personas en la calle. Eso nos puso en el mapa del mundo».

Estos datos históricos, esa evolución social en el seno de un franquismo férreo, están presentes en ‘Sombras en el tiempo’ «como pinceladas que el lector va asimilando, sin cargar». Lo importante, para el autor, «son las vidas de esos murcianos». El libro es un homenaje. «Me acuerdo de que en la presentación en Barcelona yo iba invitando a las tías de mi mujer a que se levantaran de la silla y decía: ‘ésta es la protagonista de… y esta otra de…’. Las aplaudían. Y ellas, emocionadas. Era la primera vez que alguien las aplaudía por algo».

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