Criminales de gatillo fácil

Las Provincias, MANRIQUE C. SÁNCHEZ |, 09-10-2011

ALICANTE. Cuando entran en escena, más vale echarse a temblar. Son tipos duros, de gatillo fácil, y llevan grabado en su ADN el desprecio por sus propias vidas y, sobre todo, por la ajenas. El crimen organizado marsellés reapareció el sábado 1 de octubre en la provincia. Y lo hizo a su manera, con esa violencia extrema que le caracteriza, con esa espectacularidad que revisten todos su golpes. A sangre y fuego.

Alexandre Distanti, Cherif Lakhar y Johny Laux sembraron el pánico en el corazón de Alicante. Pudieron provocar una auténtica matanza en una de las principales arterias de la ciudad, Alfonso El Sabio, atestada de gente a las ocho y media de la tarde. Su terrorífico sello aún es visible en las paredes situadas frente a la joyería Siglo XXI, el blanco de su plan, donde esperaban hacerse con un importante botín. Decenas de agujeros de bala recuerdan todavía su paso.

Distanti cayó abatido por los disparos de la Policía Nacional. A este individuo de unos 30 años se le atribuyen 13 asaltos armados a joyerías de la Costa Azul francesa, en los que él y sus compinches lograron 1,5 millones en valiosas piezas y dinero en metálico. Distanti y algunos de los miembros de su banda, bautizada por la prensa gala como el ‘gang des bejouiters’, estuvieron en prisión hasta el pasado año, cuando un error judicial permitió que salieran a la calle.

Territorios vírgenes

Allí ya estaba quemado. Quizás por eso se unió a Lakhar, otro delincuente habitual con un historial escalofriante, el veterano Jacques Ruiz y Laux, hijastro de este último, y se trasladaron a España para continuar con sus fechorías. Las arcas del grupo estaban vacías y probablemente pensaron que la joyería Siglo XXI sería un objetivo fácil por el que empezar a recuperar el esplendor perdido.

«Iban a muerte», comentaría después un testigo. En efecto, los atracadores, vestidos de riguroso negro y con máscaras que ocultaban sus rostros, estaban dispuestos a todo. Llevaban dos escopetas de cañones recortados, una granada de mano y un subfusil del tipo Kalashnikov. También contaban con chalecos antibalas y se habían cubierto muñecas y tobillos con cinta adhesiva para evitar dejar rastros biológicos que permitieran a la Policía identificarles.

No se esperaban que una patrulla llegara tan rápido a la puerta del establecimiento, sin darles tiempo a desvalijar la caja fuerte, que contaba con un sistema de apertura retardada. Los ladrones recibieron a los agentes con una furibunda descarga de fuego. Según la investigación, el más peligroso de todos ellos, Lakhar ametralló el ‘zeta’ policial sin piedad. «Ellos tenían claro que salían o salían de allí», explica un mando de la comisaría provincial. Con los pies por delante, incluso, si era preciso.

Los disparos de su arma y las escopetas de sus secuaces hirieron a tres ciudadanos, dos viandantes y el conductor de un coche que se encontró en medio de la refriega, aunque todos ellos han sido dados de alta. Tras la muerte de Distanti, Lakhar y Laux huyeron a la carrera.

El segundo fue detenido en la zona de Canalejas. Lakhar, de origen marroquí, llegó hasta el centro comercial Panoramis, en el muelle de Poniente del puerto, y secuestró a un matrimonio. Colocó el subfusil a uno de los cónyuges en la cabeza y el cañón aún ardía de las ráfagas que había escupido minutos antes.

El sospechoso obligó a la pareja a llevarle en coche hasta Agost,donde les liberó. A las dos de la madrugada ya estaba huyendo, de regreso a Francia, con Jacques Ruiz, al que los investigadores consideran el cerebro del plan. La Policía los arrestó a ambos en Pobla Tornesa (Castellón) a las cuatro de la mañana, tras perseguirlos desde el chalé de La Cañada del Fenollar donde tenían su base de operaciones.

Antecedentes

No era ni mucho menos la primera vez que una banda de atracadores marselleses actuaba en Alicante. Ya en 1994, otro grupo se llevó por delante la vida de un agente, el subinspector José María Gómez Galán, de 45 años, en un tiroteo en el que también falleció uno de los ladrones, Luciano Baresi, de origen italiano. Los otros dos, Robert Leconte y Johny de Marie, fueron apresados tras una espectacular persecución. Esa banda, como la que actuó en Alfonso El Sabio, iba armada hasta los dientes para asaltar una sucursal de la CAM del barrio de La Florida. Llevaban una metralleta, una escopeta, dos pistolas, un revólver, dos granadas de mano y dos botes de humo. Como para ir a la guerra, vamos.

Siete años después, en junio del año 2001, otro puñado de malhechores del mismo origen, marsellés, trató de asaltar un furgón blindado en el polígono industrial de Rabasa, pero fracasaron porque el vehículo soportó hasta cuarenta disparos y no lograron explosionar cerca de un kilo de goma 2 que habían adosado a la parte trasera.

En enero de 2003, otra banda se hizo con 56.000 euros tras asaltar un banco en Xàbia y herir durante un tiroteo a un guardia civil. La ‘Operación Dedil’ acabó en marzo de ese mismo año con sus integrantes entre rejas.

También marselleses, de origen italiano o español, eran los seis peligrosos asaltantes que irrumpieron el 17 de febrero de 2006 en el chalé del nartotraficante ilicitano Enrique Candela Mas, alias ‘El Ardilla’. Iban vestidos de guardias civiles y buscaban hacerse con algún alijo de cocaína. Al llegar la Policía Nacional, la recibieron a tiros. En la refriega murió uno de los asaltantes. Los demás fueron condenados dos años después por la Audiencia Provincial.

En la órbita de ese crimen organizado con denominación de origen se sitúa también los tres individuos que secuestraron en el barrio alicantino de Juan XXIII a un magrebí que podía haberles dado un cambiazo en un alijo de hachís.

La mano delictiva marsellesa puede estar también detrás de del sangriento ajuste de cuentas descubierto en julio del pasado año en un chalé de la urbanización Sol Naciente de La Nucía. Dos narcotraficantes, uno de ellos implicado en el célebre secuestro de la niña Melodie Nakachian, en el año 1987, fueron ejecutados a sangre fría, de varios disparos en la cabeza.

Estos delincuentes han extendido sus tentáculos por todo el Mediterráneo en los últimos años, forzados a salir de su territorio por la dura competencia con otras rede mafiosas. No existe una mafia marsellesa como tal, y así lo puso de manifiesto el comisario jefe provincial, Enrique Durán, en declaraciones a la prensa dos días después del último atraco.

La conocida como ‘Pegrè’ es más bien un fenómeno difuso, una amalgama de redes delictivas sin vinculación entre sí compuestas por criminales de origen magrebí, español, italiano o de los Balcanes. Inmigrantes de segunda o tercera generación que comparten intereses comunes y una misma cuna, la segunda urbe francesa más poblada. El crimen organizado marsellés no se aglutina en torno a fuertes lazos familiares, como la Camorra napolitana, la Cosa Nostra siciliana o la N’Dranguetta calabresa.

Tampoco dispone de una estructura paramilitar clandestina controlada por carismáticos líderes, como la Tambovskaya rusa.

Pero ha dado suficientes muestras de una extrema violencia y una peligrosidad similar a la de esas organizaciones. Han sembrado el pánico con sus actuaciones desde la Costa del Sol hasta la Costa Blanca o la Costa Brava catalana.

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