Getxo Folk gana 5.000 espectadores

El Correo, ÓSCAR CUBILLO, 13-09-2011

El 27º Festival Internacional de Folk de Getxo ha atraído a 30.000 personas entre el jueves y el domingo, contando las que han presenciado los trece conciertos celebrados y las que se han paseado por el mercadillo solidario y los tenderetes de las diversas ONG. Si el año pasado oficialmente el certamen suscitó el interés y la curiosidad de 25.000 visitantes, en esta ocasión la meteorología ha sido más benévola – en 2010 llovió dos de los cuatro días – y ha favorecido la afluencia de público.

Los datos de la organización revelan que en dos de los cuatro conciertos de abono se agotaron las entradas. Se contabilizaron más de 1.500 espectadores bajo la carpa de la plaza de la Estación de Las Arenas el jueves para escuchar a los neotrikitilaris de Mungia Korrontzi, reforzados por los dantzaris Oinkari y el bailarín Igor Yebra; y el domingo ocurrió lo mismo con una Dulce Pontes populista y cercana al respetable.

Mereció mayor asistencia el viernes el supergrupo de música celta The Inusual Suspects, que ofreció un estupendo concierto con trazos de jazz y el refuerzo de una sección de metal que al soplar remitía a la Bottine Souriante. Y el sábado, el argelino Idir congregó al público más multicultural de esta edición.

En la carpa montada en el anejo párking de Romo se expendieron las viandas exóticas y por eso los conciertos gratuitos vespertinos y nocturnos sufrieron un rumor de fondo identificable con la fiesta. En ese escenario se cosecharon buenas entradas y destacaron las citas del neoflamenco madrileño Josemi Carmona, de Ketama, y la del homenaje al fado de la donostiarra María Berasarte, en cuya banda figuró José Peixoto, exMadredeus.

Dulce bailarina

Ambiente de gala hubo el domingo en el último concierto del 27º Getxo Folk, el protagonizado por la fadista Dulce Pontes (Montijo, 1969). La carpa estaba llena y a las ocho de la tarde la luz la atravesaba restando intimidad y recogimiento al recinto, donde ondeaban los abanicos. Durante el concierto no se oyó muy bien al septeto de acompañamiento imperfectamente ecualizado, la voz de la diva portuguesa a veces estalló estridente y ella se asomó divagante a numerosas encrucijadas, pero sin decidirse a caminar con decisión por ninguna vereda melómana. Dulce, populista con el público al pedirle palmas y ombliguista consigo misma al danzar cual sacerdotisa indostaní, se lo pasó mejor bailando y jugando a inventar sonidos vocales en la segunda mitad.

Podríamos distinguir hasta cinco partes en su intervención: cuando abrió al piano y lanzó gorgoritos de diva operística; con la banda completa – siete hombres ataviados de oscuro – y su apuesta por el folk tradicional vía fados de aire mediterráneo; la tercera, quizá la mejor, con sus bailes, cascabeles y sus juegos de scat entre Rickie Lee Jones y Dee Dee Bridgewater: la cuarta en las piezas 11 y 12, con exotismos africanos; y el final festivo coincidente con el dúo sáfico junto a María Beraserte y los dos bises, el segundo a dúo con su acordeonista, el recuerdo a Kepa Junkera ‘Maitia nun zira’, la cumbre de una velada que debió dar más de sí.

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