Tribuna Abierta

Violencia contra la mujer y sociedad civil

Deia, * Presidente del Centro Cultural Chileno Pablo Neruda y vicepresidente del Consejo de Inmigración de Bilbao, Por Hans Hoffmann Gutiérrez, 06-09-2011

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NO puedo sino estar de acuerdo con el artículo de opinión aparecido el día 26 de agosto, bajo la firma de Blanca Estrella Ruiz, presidenta de la Asociación Clara Campoamor que, con el título de Denuncia: sí, con garantías; ¿quién la protegió?, nos exhorta a la reflexión sosegada, a la crítica y la autocrítica tan necesarias en estos aciagos días – no solo por el asesinato de Deisy Mendoza – , que deberían estremecernos hasta lo más profundo de nuestras conciencias.


En efecto, son malos tiempos para la solidaridad comunitaria, malos tiempos para el respeto social, malos tiempos, en fin, para la convivencia activa y propositiva. Y lo son porque, aunque son muchos los que trabajan día a día en reforzar aquellos valores que hemos ido descuidando según fue avanzando el estado de bienestar (fondos de cohesión incluidos) que nos ha nublado la vista y nos ha hecho pensar más en nosotros mismos que en el conjunto, nuestra sociedad aún no logra desterrar situaciones tan dolorosas que nos llevan a observar las noticias con un ánimo de inmediatez. Hoy nos llevamos las manos a la cabeza por el vil asesinato de Deisy pero, mañana o pasado quizá ya se nos haya olvidado y nuestra preocupación se centre en otros temas. O peor que eso, a fuerza de repetir noticias, colectivamente nos vamos diciendo…“una muerte más”, “un país más muriendo de hambre”, “una guerra más”… Es decir, lo vamos cotidianizando de tal manera que cooperamos a que, lo que no debería ser jamás algo normal, lo asumamos como parte del paisaje.


He dicho siempre que se me ha preguntado, como muchas otras y otros, que hay que enseñar a nuestras niñas y niños, a nuestras jóvenes y nuestros jóvenes que “cuando una mujer dice no, es no”. Pero, claro, esto debemos asumirlo todos. Y cuando digo todos digo la sociedad civil toda, administraciones, poder judicial, asociaciones, fundaciones, medios de comunicación, ONGs, empresas, vecinos y vecinas. Ahora bien, cuando trabajamos en conjunto debemos utilizar herramientas consensuadas y efectivas. Sensibilización, prevención y educación, entendiendo por esta ultima los valores y ejemplos que transmitimos a los demás. No confundamos educación con formación.


Las propuestas para mejorar estas herramientas deben ser atendidas, provengan de donde provengan, tomando en cuenta a todas y a todos. Dicho lo anterior, también debemos fijarnos en las herramientas que el código penal nos da y con las que cuentan las y los jueces para impartir justicia a tiempo y equitativamente. Y así llegamos a un punto tan vital, o más, como son las herramientas políticas.


La autora del artículo antes mencionado nos recuerda que en el pasado reciente han existido herramientas, en forma de directrices, que por algún motivo se han dejado de lado. Pero el artículo va más allá de la crítica y la autocrítica, el artículo en cuestión nos aporta propuestas. Las cuatro enumeradas en él son, a mi modesto criterio, medidas que no deberían tener oposición en ninguna formación política que se precie de defensora de la vida (y entiendo que todas las que resultaron elegidas en los últimos comicios lo son). Tampoco debería haber impedimento económico, mal andaríamos si alegásemos la actual situación de crisis para no destinar presupuesto a la defensa de la vida. No, no debería haber problema alguno. Y, es que además, las cuatro propuestas sirven también para otros tipos de delitos que también generan alarma social e indignación. Se trata de ver, no de mirar, de escuchar, no de oír. Las propuestas a las que me refiero, abarcan el ámbito del estado español.


¿Y aquí, en Euskadi? Pues también la asociación Clara Campoamor hace propuestas y, según escribe Blanca Estrella Ruiz, y no tengo porque dudar de su palabra, el propio lehendakari las ha oído en primera persona. Leo las propuestas hechas a nuestro máximo mandatario autonómico y me parecen de sentido común. Se trata de arropar a nuestras mujeres, jóvenes y niñas. Se trata de ser ese estado de derecho protector que toda víctima necesita.


Llevamos en Euskadi en lo que va de año, cuatro mujeres asesinadas. Ocho familias rotas por el dolor (las familias de los asesinos también son víctimas de esta violencia). Y he aquí que hay un dato más que algunos utilizan para crear más indignación y más alarma social. En algunos de esos crímenes, el autor a sido un ciudadano de origen extranjero. ¿Es la inmigración origen de delincuencia? Rotundamente, no. La delincuencia es, en la mayoría de los casos, fruto de la marginalidad, de la exclusión social. Bien es cierto que hay delincuentes – sean nacidos en tierra vasca o allende nuestras fronteras – a los que el delito les sale más rentable que el trabajo. Bien es cierto que algunos delincuentes delinquen porque nuestra legislación es, en ciertos delitos, muy laxa. Pero no es menos cierto es que la delincuencia no tiene nacionalidad. ¿Por qué si no los países tienen cuerpos de policía? Convendremos en que la Ertzaintza – por poner un ejemplo – se institucionaliza en 1982, año en que la inmigración significaba, según diferentes censos, un 0,30% de nuestra comunidad, es decir unos 4.000 extranjeros aproximadamente. Entonces, ¿se crea la ertzaintza como cuerpo policial, por la ingente ola de delitos perpetrada por extranjeros? Obviamente, no. Se crea, entre otros motivos, porque una sociedad necesita tener una institución policial para efectuar una labor de prevención, de investigación y de ejecución de los edictos judiciales, es decir, porque toda sociedad genera y tiene su propia delincuencia.


Llegados a este punto de mi reflexión, algunos y algunas que escriben en las ediciones digitales – con el anonimato que les brindan sus seudónimos – cuando imaginan o tienen la certeza que hay un inmigrante involucrado en algún delito argumentarán que – según “las estadísticas”, dicen – la mayor cantidad de delitos son cometidos por inmigrantes, que vienen aquí a delinquir, a llevarse las ayudas especiales que hay para ellos. Sí, hablamos de estadística, ciencia que recolecta, analiza e interpreta datos y que nos dice que si yo tengo dos coches y usted ninguno, ambos tenemos un vehículo, ¿Absurdo, no? Tan absurdo como asimilar que delincuencia es igual a inmigración.


Entendamos que el asesinato de nuestras mujeres, así como la delincuencia y la crisis, son problemas sociales que nos afectan a todas y a todos, tengan sus autores el origen que tengan. Como sociedad debemos ser solidarios con aquellos que lo necesitan, severos con aquellos que quieran estar al margen de la ley e inflexibles con quienes cometen delitos de sangre, tengan o no consecuencia de muerte.


Y aquí no caben ambigüedades ni reticencias de ningún tipo. Debemos actuar siempre en clave ciudadana y apegados al estado de derecho, provenga el delincuente de donde provenga. No es el origen del criminal el que nos afecta como sociedad, son su comportamiento, su conducta delictiva y de desprecio por el resto de conciudadanos, los que rompen nuestra estabilidad social.


Acabo como empece. No puedo estar más de acuerdo con Blanca Estrella Ruiz en lo que a sus propuestas, estatales y autonómicas, se refiere. Y me sumo a su petición. Lehendakari Lopez, haga gala usted de ese sentido común que, como usted sabe, no siempre es el más común de los sentidos y lidere ese cambio. Siéntese a dialogar con los sectores implicados, que somos todos porque todos somos parte del problema y todos seremos parte de la solución. Juntos.

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