La imparable expansión de los nigerianos

En los últimos años han arrinconado a los gitanos en el conflictivo barrio de Palma

El Mundo, JUAN RIERA ROCA / Palma, 31-08-2011

Efosa Okosum, el nigeriano de 28 años que falleció la madrugada del lunes en Palma tras caer desde una azotea a la altura de un quinto piso y cuyo fallecimiento provocó un motín de sus compatriotas en el barrio de Son Gotleu, era con probabilidad un peón de la guerra que está librando el colectivo africano con los gitanos por el control del gueto palmesano.

Un conflicto en el que, hasta ahora, los nigerianos están ganando por goleada, con el consiguiente premio: el control de las calles y, con ello, del tráfico de drogas y de la prostitución, así como de negocios legales, como locutorios y peluquerías.

La muerte de Efosa está aún por aclarar y, a falta de la resolución policial del caso, corren versiones para todos los gustos: que le empujaron, que fue un accidente o que se cayó cuando huía de un grupo de perseguidores, que podrían ser gitanos o nigerianos y que querían ajustarle cuentas por alguna razón.

Por el momento, quienes han hecho más ruido han sido las decenas de nigerianos que el lunes de madrugada, con Efosa aún de cuerpo presente sobre la acera, y después por la mañana con mayor intensidad, atacaron a la Policía, pidiendo justicia para su compatriota. Se trata del episodio más violento que se ha producido hasta ahora en la guerra de Son Gotleu.

Según datos policiales, los nigerianos comenzaron a instalarse en esta barriada copando, a base ocupar multitud de viviendas y convertirlas en pisos patera, la zona entre la vía de Cintura y las calles de Tomás Rullán y de Santa Florentina. La frontera, al norte, era la calle de Indalecio Prieto, eje viario y comercial del gueto.

Los gitanos se mantenían en las viviendas del otro lado de Indalecio Prieto y, unos pocos, en la zona de Santa Florentina. En las viviendas sociales entre Indalecio Prieto y la plaza de Orson Welles, un dédalo de pasillos interiores y verdaderas calles secretas facilitaba el tráfico minorista de hachís, marihuana y cocaína.

La mafia nigeriana se asentó especialmente en los picos, y calles como Picos de Urbión y Picos de Europa han sido escenario reciente de redadas contra el narcotráfico. La población africana fue creciendo y ya ha cruzado la frontera de Indalecio Prieto, ocupando casas y negocios varios como bares y dejando en minoría a los gitanos.

Los pequeños o no tan pequeños disturbios callejeros que han enfrentado a los dos colectivos son una de las consecuencias de la expansión de un grupo que demográficamente supera ya al 30% de la población de todo el barrio el resto está compuesto por españoles y por distintas nacionalidades norteafricanas y que carga a sus espaldas con potentes grupos delictivos.

Según datos policiales, la mafia nigeriana «se ha ganado ya un estatus en el mundo de la droga por su peso específico real en el tráfico de cocaína». Además, controla a los cientos de prostitutas nigerianas que hay el hipódromo y en las zonas turísticas de la playa de Palma y Calvià.

Estos delictivos negocios en expansión requieren como cobertura un tejido social opaco, integrado por familias pobres que viven en una tierra extraña, sin papeles, sometidas al sólo los tuyos te ayudarán, malviviendo de trabajos muy malos, sin paro, lejos de las prestaciones sociales y hacinados en pisos patera.

Y enfrente, los gitanos. Un colectivo social estructurado en clanes, dedicados unos a la chatarra y a empleos precarios, otros, probablemente los menos, al tráfico de drogas a pequeña escala. Un grupo social en franca retirada, desde hace tiempo muy asustado por la violencia de la mafia nigeriana.

«Yo ya he mandado a mi familia a otra barriada», decía ayer un líder gitano, «al menos hasta que se tranquilicen las cosas. Si es que se tranquilizan. Dicen que al negro lo tiraron tres gitanos, o que se cayó cuando se escapaba de unos gitanos, pero no es verdad. No lo hicieron los gitanos, no hay gitanos detenidos».

«La verdad», continuó, «es que lo tiraron nigerianos y se lo han cargado a los gitanos para no tener que matarse entre ellos. Pero no es cierto, somos cabezas de turco. Sabemos que si cogen a un gitano le harán daño. Y no se lo perdonaremos».

Los cinco nigerianos detenidos el lunes en los disturbios que provocó más de un centenar de miembros de este colectivo quedaron ayer en libertad con cargos tras declarar ante el juez.

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