Cursos de verano

«Europa no podría vivir sin la aportación de los inmigrantes»

Xabier Aierdi Profesor de Sociología en la UPV/EHU. El experto alerta de los riesgos de que los políticos tomen decisiones «a golpe de encuesta», pensando sólo en el corto plazo y las elecciones

Diario Vasco, DAVID FDEZ. DE LA CUESTA | SAN SEBASTIÁN., 23-08-2011

Los Cursos de Verano de la UPV/EHU arrancaron ayer su segunda etapa, tras un parón de dos semanas de vacaciones. El curso sobre inmigración y Europa comenzó en el Palacio de Ayete de Donostia, y contó con la participación, entre otros, del sociólogo y exdirector del Observatorio Vasco de Inmigración (Ikuspegi), Xabier Aierdi, que intervino con su charla titulada ‘¿Tiene derecho Europa a comportarse como un Estado gamberro?’.
- ¿Qué significa comportarse como un Estado gamberro’?
- El término ‘Estado gamberro’ se inventó para otro tipo de situación. Yo simplemente lo aplico como consecuencia de lo que a mí me parece que es una especie de juego de miopía, o casi estrabismo, según el cual Europa tiene unas necesidades en inmigración muy potentes y lo que se está haciendo desde las autoridades es mirar hacia otro lado, sin encararlas de una forma seria. Yo no diría que Europa tenga derecho a comportarse como un Estado gamberro, pero sí comete algunas gamberradas.
- ¿Como cuáles?
- El conjunto de cosas que están sucediendo con, por ejemplo, el desplazamiento de rumanos en Francia, que se intentara revisar el acuerdo Schengen-que eliminó los controles fronterizos en la Unión Europea-, los griegos intentando hacer una especie de fosa antiturca, el cambio de legislación que ha habido en España respecto a los rumanos, Berlusconi y sus bravuconadas, Merkel diciendo que se acaba el modelo multicultural… Todas estas invocaciones en el fondo lo que nos están indicando es que, de alguna forma, miran más a las elecciones en el corto plazo que a los retos que tiene Europa en el largo.
- ¿Hasta qué punto necesita Europa a la inmigración?
- Las cifras van desde los 50 hasta los 80 millones en los próximos treinta años solamente para mantener la población activa. Si en este momento Europa se planteara una cosa tan simple como rehacer la pirámide de edad, necesitaría 675 millones de personas. Muchas veces puede haber pulsiones sociales, y a la sociedad puede no gustarle la inmigración, pero, le guste o no le guste, esa misma sociedad tiene unos retos que tienen que ser planteados, analizados y decididos. Lo que no puede hacerse es lo que se ha hecho en muchos lugares de Europa, en los que por no indisponerse con la sociedad porque te puede ir mal en los resultados electorales, los políticos están tomando decisiones a golpe de encuesta y no están atendiendo el largo plazo.
- ¿Cómo mira la gente normal a la inmigración?
- La gente ve con recelo la inmigración, piensa en términos de homogeneidad cultural, la gente preferiría muchas veces que no hubiera inmigración. Pero junto a esa realidad, la gente convive razonablemente con la inmigración, la gente contrata inmigración, tiene muchas veces a una persona inmigrante en su casa que le resuelve problemas. Es decir, actúan en estos ámbitos de una forma ambivalente: por un lado, teniendo un discurso muy negativo contra la inmigración, pero, por otro, conviviendo con ella. Al final, la adaptación es inevitable y esto es lo que hay. Es verdad que a determinados sectores la inmigración puede suponerles un trastoque de su posición, pero, a grandes rasgos, la inmigración está resolviendo los problemas de nuestras sociedades.
- ¿La homogeneidad cultural es una ilusión?
- Por un lado existe y por otro no. Yo creo que cuando la gente rechaza la inmigración quiere tener unos argumentos para el rechazo, y a veces habla de integración en términos de que, de pronto, han llegado una serie de poblaciones que son inintegrables. Esto puede ser una especie de nueva exclusión, más que de nuevo racismo: «Como son inintegrables preferimos que no vengan, porque tarde o temprano va a haber conflictos». Pero este tipo de cosas se pueden regular institucionalmente de forma muy sencilla, y lo que hay que exigir a los políticos es que tomen decisiones valientes, simplemente porque cuando las cosas se regulan suelen generar bastante menos conflictos. Por ejemplo, en el establecimiento de mezquitas. Lo que no se puede hacer es dejar en manos de la sociedad las decisiones que tienen que tomarse en el ámbito político.
- ¿Por qué en épocas de crisis calan mejor discursos xenófobos?
- Porque es más fácil echarle la culpa al siguiente eslabón en la cadena que a los previos. Es más difícil percatarse de que la crisis tiene unas razones mucho más profundas y complejas que la de la inmigración. Hoy por hoy, la crisis más potente que tenemos es que las decisiones se toman en el ámbito estatal, pero las grandes decisiones económicas que,en el fondo, nos están robando y desmontando el estado del bienestar, son de tipo global. Explicar esto es más difícil que imaginarse que el culpable es el que vive junto a ti, que ha venido y te quita el trabajo. Estos mensajes, más que calar, se escuchan con más intensidad, pero los mensajes son los mismos que en tiempos de bonanza.
- ¿Hay riesgo de que en Europa estos mensajes vayan a más?
- Sí, pueden ir a más, pero más que nada debido a la irresponsabilidad institucionalizada de la clase política. A esa clase hay una parte de la sociedad que le está empujando a tomar estas decisiones y esos políticos, en vez de afrontar esos problemas con seriedad, en este momento están mirando simplemente el corto plazo. Y el corto plazo suele ser muy malo para la lógica política.

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