De la frustración a la violencia en Tottenham

La Voz de Galicia, , 10-08-2011

L o que desde hace tres días viene sucediendo en Londres empieza a preocupar. Los Gobiernos nunca llegan a reconocer más problemas que los que quieren ver. Se trata de «delincuentes y van a ser llevados a la Justicia», reconocía la ministra del Interior, Theresa May. El vice primer ministro, Nick Clegg, en la misma línea, señalaba que «solo se trata de pillaje y violencia gratuita». Por su parte, el alcalde de Londres, Boris Johnson, dijo que la espiral de violencia estaba «protagonizada por delincuentes, y se trata de un comportamiento criminal». La reacción de las autoridades siempre es minimizar el problema y mostrar que para solucionarlo es suficiente con nuestro sistema legal y de seguridad.

Nada más lejos. Tottenham no es un barrio cualquiera. Está entre los barrios con mayor nivel de desempleo de Londres, con los jóvenes como principales afectados. Además, hay una historia de desencuentro entre los jóvenes y la policía que desde hace tiempo demanda un programa específico de actuación. El desempleo genera frustración, que es el caldo de cultivo de la ira; esta, a su vez, en circunstancias críticas, genera violencia. Al margen del necesario mantenimiento de la seguridad de la población, las declaraciones parecen más inspiradas en el principio de apagar fuego con más fuego.

Algunas teorías, como la del neoasociacionismo cognitivo, nos ilustran bien cómo un suceso puede actuar como instigación inicial, como parece haberlo sido el abatimiento a tiros de Mark Duggan, llevando a que las cogniciones hostiles y la ira se generen en paralelo con las tendencias a manifestarse violentamente. La conducta violenta aparece influida por el modo de procesar este suceso, acrecentada por la historia pasada que desde 1985 venía arrastrando un conflicto, más o menos latente, entre los jóvenes y la policía.

La influencia de las variables culturales y sociales no nos es tampoco ajena. Las reacciones violentas a un conflicto están influidas por normas sociales, creencias y expectativas, que pueden organizarse como productos de subculturas dentro de una sociedad o pueden reflejar grandes influencias sociales que implican a culturas enteras.

Finalmente, otro fenómeno interesante es el de la atribución de hostilidad a la policía. El sesgo en la atribución de hostilidad a este colectivo puede ser una respuesta muy automática adquirida durante una historia transmitida de tener que defenderse uno mismo contra ataques de diversa índole. Esta automaticidad es consistente con lo que estamos presenciando en los barrios de Londres inmersos en la revuelta, donde se observa que las atribuciones hostiles aumentan con la situación de tensión social agravada por la necesidad, el desempleo y la crisis socioeconómica.

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