LA muerte de Mark Duggan, un joven negro de 29 años, abatido a tiros por la Policía en las calles de Tottenham las informaciones ya cuestionan la versión oficial inicial, ha sido el detonante de los graves disturbios violentos que asuelan desde hace cuatro días algunos de los barrios más populosos de Londres y que han comenzado a extenderse a otras ciudades como Birmingham, Leeds, Manchester, Liverpool y Bristol. La crisis ha pillado al gobierno derechista de Cameron de vacaciones y ha tardado tres días en reaccionar en un ejemplo de penosa gestión de una crisis social. Y cuando lo ha hecho se ha limitado a echar balones fuera, afirmar que los incidentes están dirigidos y planificados por mafias de delincuentes y apostar únicamente por medios policiales para resolver la cuestión. Es más que posible que, como afirmaba en DIARIO DE NOTICIAS la joven pamplonesa Leonor Barricarte quien reside en el barrio londinense de Hackney, uno de los afectados por los incidentes, haya un trasfondo de delincuencia juvenil, pero también señalaba que las desigualdades sociales y la alta tasa de desempleo en importantes zonas de las grandes ciudades es uno de los factores que pueden estar avalando ese descontento entre los sectores más jóvenes y desatendidos en una ciudad cosmopolita, multiétnica y multilingüe. Si la llamada tercera vía de Blair se saldó con un sonoro fracaso en el ámbito de los derechos y la protección social pública, la llegada de los conservadores sólo ha incidido en esa misma política de recortes que afecta directamente a las clases menos favorecidas y ensancha la brecha de las desigualdades sociales. Las protestas de estos días no son nuevas, ya que hace sólo unos meses miles de estudiantes y universitarios salieron a la calle para denunciar la reducción de las políticas de igualdad de oportunidades en el acceso a la formación. En realidad, ya hubo hace 20 años, en plena ofensiva ultraconservadora de Thatcher contra las políticas sociales e integradoras, graves disturbios sociales y raciales en estas mismas zonas de Inglaterra y en esos mismos barrios de Londres. Pero tampoco son exclusivas de ese país: el descontento social se está extendiendo por Europa, sobre todo entre las nuevas generaciones y las amplias capas de excluidos, conforme los recortes sociales al amparo de la crisis desmantelan el sistema socioeconómico de derechos y de convivencia democrática que debía amparar el Estado de Bienestar.