Guinea Ecuatorial, tocaya nuestra

El País, JAVIER VALLEJO, 30-07-2011

Guinea Ecuatorial fue parte de España hasta 1968, sus habitantes siguen utilizando el castellano como lengua vehicular y llevan nombres tomados del santoral católico: hora era de hacer un espectáculo como este, que acerca entre sí sus cinco culturas aborígenes, pone en valor ritos ancestrales en declive y los teatraliza sintéticamente para ilustración de propios y extraños. Orígenes tiene un pie en la tradición oral y otro en el teatro. Su prometedor comienzo (un hombre que alza la voz y el coro respondiéndole al unísono, como en la tragedia griega) sugiere que estamos ante un viaje a raíces compartidas por todas las culturas.

En un espacio escénico vacío cubierto por un enorme tapete rojo (homenaje a Peter Brook), una veintena de intérpretes recrea estampas de vida, amor y muerte, canta en las cinco lenguas nativas guineanas y danza con una pulsión contagiosa ceremonias tan fascinantes como el ri puri puri, donde los bubi presentan a un recién nacido a la madre naturaleza y le transmiten la fuerza, el valor, la destreza y los conocimientos de su tribu.

A un lado de la escena, con el público a tres bandas, un grupo de percusionistas hace hablar al nkuu (tronco de árbol vaciado) y los djembés, cuyos respectivos fraseos, que imitan el habla a la manera del silbo canario, indican a los bailarines los movimientos imitativos de la caza y de las faenas agrarias que toca hacer en cada momento. Santiago Sánchez, su director, ha orquestado un espectáculo ambicioso en el buen sentido, y que tiende puentes necesarios con Guinea: pensemos en los que Francia lleva décadas produciendo con intérpretes de sus excolonias africanas (los de Brook y Jean – Louis Martinelli, el Circus Baobab…), mientras nosotros le dábamos la espalda a las nuestras.

En Orígenes fascinan las danzas tradicionales, extractadas por Gorsy Edú; las polifonías concertadas por Yolanda Eyama, la percusión vertiginosa y la irrupción permanente de pulsiones atávicas. En lo dramático, el introito narrativo, con momentos estáticos y estereotipados, podría modularse de modo que condujera con mayor ligereza al conflictivo debate vecinal en torno al cortejo de los jóvenes, al momento donde un Cyrano de tierra caliente pone en boca del enamorado protagonista palabras de amante experto, al rapto de la novia y a la disputa familiar subsiguiente, escenas que dan la justa dimensión del potencial que el espectáculo abriga. El público aplaudió en pie y con ganas de sumarse a la fiesta.

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