Un indigente le destroza la cara a otro con un bloque de hormigón por robarle

La Verdad, J. P. PARRA, 09-07-2011

Vitras observa los restos de sangre en el exterior de la caseta en la que vive. Detrás del saco de dormir azul se encuentra el bloque de hormigón con el que Vladimir, el supuesto agresor, golpeó a Wilson, la víctima. :: ISRAEL SÁNCHEZ / AGM

Tres colchones cubren el suelo mugriento del cubículo, una caseta de la luz de apenas diez metros cuadrados invadida por el óxido. El calor asfixiante del mediodía se mezcla con los olores que parten de las montañas de ropa desordenada. Aquí, en una zona de campo situada tras la Avenida de la Libertad de Jumilla, sin agua ni luz y con temperaturas extremas, malviven cinco inmigrantes castigados por la crisis. Pero ayer solo uno de ellos – Vitras, un lituano de 46 años – permanecía en el lugar. No tenía, en realidad, otro sitio al que ir. Observaba, sentado a la puerta de su infravivienda, los restos de la brutal pelea que durante la madrugada se desató entre dos de sus compañeros de infortunio. Vladimir, un ucraniano de mediana edad, golpeó salvajemente con un bloque de hormigón a Wilson, un ecuatoriano de 34. Le desfiguró la cara y le provocó un fuerte traumatismo en el tórax.

Mientras Wilson luchaba por salvar su vida en un quirófano de La Arrixaca – al cierre de esta edición la víctima estaba ingresada en UCI en estado grave – y Vladimir respondía a las preguntas de la Guardia Civil, que lo arrestó en el lugar de los hechos, Vitras seguía allí, a la puerta de su caseta con la mirada perdida. «Me fui a dormir pronto, había bebido mucho vino y no me enteré de nada hasta que ya había ocurrido todo», contó hermético.

Las peleas eran constantes entre los compañeros de la caseta desde que los cinco ocupantes se trasladaron aquí. Primero vino Vitras, hace medio año. Después, fue llegando el resto. Todos inmigrantes a los que el desempleo ha dejado sin vivienda. «Wilson nos robaba comida y ropa a los demás, y Vladimir y él ya tuvieron un enfrentamiento», recuerda Vitras. Hace algunos meses, una trifulca terminó a golpes con una botella de vodka como arma, y tanto el ecuatoriano como el ucraniano terminaron en Urgencias.

Siete años en España

Una historia de miseria, alcohol y desarraigo que ayer tuvo un desenlace trágico. Vitras nunca pensó, cuando hace siete años llegó a España, que terminaría viviendo entre estas cuatro paredes insalubres. Durante un tiempo tuvo un empleo. «Tenía trabajo allí, en las grúas», cuenta señalando unos andamios que se levantan sobre los edificios cercanos de Jumilla. «También trabajé en Yecla y en Madrid». Estuvo en el campo y en la obra, y encontró algo con lo que labrarse un futuro que, sin embargo, ni él, ni Vladimir ni Wilson terminaron encontrando. Enseña orgulloso su visado y sus papeles. Un gesto de dignidad en mitad de la miseria.

En un carrito de supermercado, junto a la caseta, guarda lo poco que le queda. Ahora no sabe si podrá seguir viviendo aquí o tendrá que buscar un nuevo lugar en el que refugiarse.

Un foco de pobreza

Los vecinos de esta zona, en la hay varios chalés y naves industriales, ya habían advertido de la presencia de este foco de pobreza. La caseta se encuentra además muy cerca de la antigua discoteca Latina, un lugar que aparece plagado de botellas rotas e inmundicia. Ayer, sin embargo, nadie en los alrededores parecía saber nada del suceso.

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