Catástrofe humana en el Cuerno de África

DADAAB El drama ignorado

Visita al mayor campo de refugiados del mundo, al que llegan 2.000 personas al día

La Vanguardia, , 04-07-2011

XAVIER ALDEKOA – Dadaab Enviado especial

MIGRACIÓN MASIVA La sequía y la violencia empujan a miles de somalíes a refugiarse en Dadaab

ASENTAMIENTO DESBORDADO Preparado para 90.000 personas, el campo ha alcanzado los 380.000 habitantes
Envuelto en una esterilla no parece de verdad. El cadáver de un bebé de apenas un año descansa sobre un banco de madera en una habitación vacía. Su madre se sienta en la esquina opuesta, como si deseara que el asunto no fuera con ella, con la mirada perdida y sus otros dos hijos agarrados a su túnica. El mayor, de unos cinco años, viste unos pantalones gastados con el escudo del Barça bordado en la pernera. La madre llora sin verter lágrimas y tuerce el labio inferior de dolor. Los dos niños la miran curiosos sin hacer ruido. Sólo beben agua, con ansia, cuando se les ofrece. Luego vuelven a su silencio interrogador. Nadie repara en sus rostros agotados y sus piernas afiladas por el hambre y por casi 30 días de travesía para llegar hasta aquí. El más pequeño ha muerto a las puertas del almacén de comida y una fuente con agua.

El centro de acogida de Dagahaley, uno de los tres asentamientos que conforman Dadaab, el mayor campo de refugiados del mundo situado en la frontera de Somalia y Kenia, está desbordado. A la violencia del conflicto somalí, sumido en el caos desde hace 20 años, y el abuso sobre la población de Al Shabab, grupo fundamentalista radical que controla gran parte del país, se une desde hace semanas una severa sequía que golpea el Cuerno de Áfricay anuncia catástrofe: es la peor sequía de los últimos 60 años. La Unicef advirtió el jueves que nueve millones de personas están en riesgo por la falta de lluvia y necesitan ayuda humanitaria urgente. La semana pasada fue la peor en Dadaab. Fundado en 1991 para albergar 90.000 refugiados del conflicto somalí, según personal de la ONU y varias oenegés el campo ha recibido en los últimos días unas 2.000 personas cada día, más del triple que hace un mes. El drama olvidado de los refugiados del este africano viene de lejos e irá a más. La población del campo ya ha alcanzado los 380.000 habitantes. Trabajadores humanitarios calculan que a finales de año se puede superar el medio millón.

La situación es insostenible.

Por eso Isho Fillow, de 30 años, convierte cada una de sus respuestas en un puñal. “Llegué hace dos días con tres hijos. Uno se quedó con Dios durante el viaje. Caminamos 25 días más o menos. Allí la sequía nos mató los animales, pero aquí no tenemos nada. Si no llueve, nos morimos todos. Hay poca agua, poca comida y somos muchos, cada vez más”, dice. Sus pómulos marcados en la cara, su delgadez extrema y la piel seca por un sol abrasador – hasta 50 grados-es la de todos los nuevos refugiados.

En Dadaab la dependencia de las organizaciones humanitarias es casi total y las proporciones de la crisis han cogido a la mayoría con el pie cambiado. Los hospitales están llenos – hay muchos casos de desnutrición severa en niños o enfermedades relacionadas con la falta de hidratación-,el agua no es suficiente para todos y las raciones de comida no alcanzan. Tras registrarse nada más llegar, un refugiado recibió hace unos días una tarjeta para obtener comida el 4 de agosto. Cuarenta y dos días después de su llegada.

Todo parece moverse a otro ritmo en Dadaab. El calendario y el tiempo tienen un significado diferente para quienes viven allí. Incluso cuando el viento levanta una nube de polvo, el campamento de refugiados adquiere un aire irreal. Como si fuera la luna. En una extensa planicie de arena y arbustos se desparraman cientos de miles de iglús de paja y ramas. En los barrios viejos, donde viven quienes llegaron hace años, hay cabañas de adobe con un cerco de ramas secas alrededor. Los más afortunados han puesto plásticos blancos de la ONU en el techo o puertas hechas de latas de comida donada por EE. UU.

Abdelaziz Jadar no va sobrado de suerte. Llegó hace diez días con sus dos mujeres, sus tres hijos y una hermana. Caminaron durante 28 días, sortearon los abusos de los soldados y bandidos de la frontera pero el sufrimiento no acabó en Dadaab . “Teníamos un burro pero nos lo robaron unos ladrones. Quería vender madera a los otros refugiados, ahora ya no podré”, lamenta. Para conseguir agua, tienen que andar tres kilómetros hasta la fuente más cercana y esperar. A veces una de sus mujeres se pone en la fila por la mañana y vuelve por la tarde sin nada en la garrafa. Son demasiados. Apenas hay dieciocho puntos de agua en todo Dadaab. Dieciocho fuentes para una población similar a la de la ciudad de Bilbao. Y no siempre funcionan. La mujer de Jadar consiguió llenar 20 litros hace tres días y de eso viven, de un litro y medio por persona y día.

Las malas noticias tienen muchas caras en Dadaab. Desde el rostro de los niños malnutridos o los ancianos que apenas se sostienen en pie hasta la mujer violada durante su travesía que miente cuando le preguntan quién es el padre de su próximo bebé. A los médicos es difícil mentirles. Otros arrastran otra pena diferente desde hace años. Mohamud Jama es el jefe de los refugiados de Dagahaley. Llegó en 1993, creció en Dadaab y allí conoció a su mujer. Su hijo Abdulaye nació en el campo hace once años.

El Gobierno keniano no permite que los refugiados se integren en la sociedad. Si la policía les detecta fuera de la zona de confinamiento, los multa, detiene o incluso puede llegar a expulsarlos ilegalmente. “La situación es cada vez peor, pero aunque nos queramos marchar no podemos. Hemos sacrificado nuestra libertad para sobrevivir. Y ahora vivimos en una cárcel con el techo azul del cielo”, dice Mohamud.

Un campo con tres asentamientos

El campo de refugiados de Dadaab está compuesto por tres asentamientos; Dagahaley, Ifo y Hagadera. Cada uno de ellos tiene una extensión equivalente a 900 campos de fútbol.

HISTORIA. El campo se fundó en 1991 en el este de Kenia para acoger a personas que huían de la guerra civil de Somalia.

CAPACIDAD. Está preparado para albergar a 90.000 personas, pero la semana pasada llegó a un total de más de 380.000.

EXTRARRADIO. En las últimas semanas, más de 30.000 personas se han instalado en las afueras de cada asentamiento, ocupando una extensión equivalente a 460 campos de fútbol.

CALOR EXTREMO. En el campo de Dadaab es habitual alcanzar los 50 grados de temperatura durante el día.

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