40 chinos viven hacinados en un piso mientras se sacan el carné de conducir

Las Provincias, JULIA INZA | GANDIA., 30-06-2011

No les importa vivir amontonados, sin apenas intimidad y sin conocerse de nada. Saben que sólo van a estar tres semanas residiendo en Gandia, ya que este es el tiempo que tardarán en sacarse el carné de conducir, según les ha asegurado una autoescuela de la ciudad. Una vez aprueben el certificado de conducción, otros ocuparán sus habitaciones de alquiler. Y así sucesivamente.

Actualmente, un piso de alrededor de 300 metros cuadrados con 16 habitaciones de la avenida de Valencia de Gandia acoge a más de 40 súbditos chinos. Son las antiguas instalaciones de unas oficinas reconvertidas en una especie de pensión. La mayoría no conoce el idioma español, y sólo algunos lo chapurrean. Pero esto no les inquieta, ya que su objetivo es volver a su lugar de procedencia con el carné de conducir en el bolsillo.

Quienes sí están preocupados y mucho son los vecinos de la finca. Ya no pueden más. Se quejan del ruido, de la suciedad de la escalera, de que se dejan «siempre la puerta abierta» y de que se confundan «con el timbre».

Desde hace más de dos años, el constructor de la finca y dueño de varias viviendas alquila, según indicaron ayer los residentes, la primera planta a inmigrantes y «en estos momentos, hay más de cuarenta chinos que viven hacinados», señaló Rosita, vecina del segundo piso. «Esto parece un hostal, siempre entrando y saliendo gente desconocida», añadió.

Precisamente en el instante en que hacía estas declaraciones, entraron dos de los inquilinos al edificio. Se dirigieron al primer piso cabizbajos, sin saludar y sin cerrar la puerta de entrada. Al ser preguntados, ambos reconocieron que han venido por un corto periodo de tiempo. El más joven explicó con mucha dificultad, porque conoce muy poco el castellano, que llegó de Barcelona hace diez días con el único propósito de conseguir el permiso de coche: «Aquí es más fácil y más rápido», afirmó entre risas.

Su compañero de piso, al que conoció cuando llegó a este edificio, no supo decir con exactitud cuántas personas habitan en él: «Hay habitaciones de cuatro, tres y dos personas, una cocina y tres baños. Sólo nos reunimos para cenar». Ambos reconocen que es «muy caro» alojarse en esta vivienda: «Pagamos 16 euros al día por comer y dormir». Uno de ellos se examina esta semana. Si aprueba, dejará un espacio libre a otro, que como él, desea ponerse frente al volante lo más pronto posible. Pero el día a día con los vecinos es muy difícil.

Molestias vecinales

Rosita relata que a las 7 de la mañana, «unos chillidos» la despiertan todos los días. «Salgo al patio de luces y les pido que se callen, pero no hacen caso». Otra de las molestias es la suciedad: «Entran a la escalera fumando, tiran chicles en el suelo e incluso han llegado a robar plantas», destacó Víctor, un hijo de Rosita.

Sin embargo, lo que peor llevan es que se dejen la puerta abierta de la finca. Otra vecina del edificio, Rosana, explica que no sólo han colocado un cartel en español pidiendo que cierren con llave, sino que también lo han traducido a chino, pero siguen sin obtener respuesta: «No hacen caso. Y encima cuando se encuentran la puerta cerrada, rompen la cerradura. Ya la hemos cambiado dos veces» declaró. Estas vecinas concluyeron: «El dueño del piso lo que quiere es que nos vayamos a otro sitio a vivir y tener cancha libre para derribar el edificio y construir uno nuevo».

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