El donostiarra Pedro Aguilera estrena 'Naufragio'

Narra en su segundo filme el viaje iniciático de un místico inmigrante subsahariano sin recurrir al realismo social

Diario Vasco, ARTURO GARCÍA , 17-06-2011

Es un naufragio pero interior, metafórico y de tierra adentro. El director donostiarra Pedro Aguilera (San Sebastián, 1977) estrena estos días su segundo filme como realizador, ‘Naufragio’, la odisea de un inmigrante subsahariano que llega a las costas de Almería. «El título no sólo expresa el modo por el que el protagonista de la historia, Robinson, llega a las costas de Almería, sino también el naufragio de nuestras instituciones sociales y del estado al enfrentarse a esta cuestión», afirmó ayer el donostiarra, durante la presentación de la cinta en Bilbao.
Aguilera insiste en recalcar que no ha rodado una cinta de denuncia social en tono documental sobre la realidad cotidiana que viven los inmigrantes. «Esto no es realismo social ni he querido hacer un retrato social. Naufragio es una película simbolista: los elementos de la historia no representan únicamente una realidad reconocible sino que funcionan como símbolos», aclara.
Para el realizador donostiarra, que debutó hace cuatro años con ‘La influencia’, filme proyectado y elogiado en el festival de Cannes, su segunda película podría parecerse más «a una alegoría que a una película de realismo social porque es una película que nace del subconsciente y está planteada como si fuera un sueño. No tiene una lectura literal o digamos una sola lectura aparente, sino que hay distintos niveles de significado".
Escenarios naturales
Naufragio se rodó en escenarios naturales de la Rioja Alavesa y Almería y está protagonizada, en el papel estelar por un actor debutante, el guineano Solo Turé, de 25 años, albañol en paro, al que acompañan, entre otros Ramón Barea, Kandido Uranga, y Alex Merino, entre otros.
El personaje encarnado por Turé, se llama Robinson en alusión al Robinson Crusoe de Daniel Dafoe, pero no como homenaje, sino como el reverso de aquel para «romper el cliché del inmigrante como figura genérica». Es una persona dotada de «cierta aura mágica, cierta visión espiritual y trascendente del mundo y la realidad». Esa capacidad visionaria le lleva a embarcarse en una especie de viaje iniciático a partir de un ritual procedente de la tradición ancestral africana. Para su director, el espectador se va a encontrar en la pantalla «una historia individual, aislada que en ningún momento pretende ser un reflejo completo de la compleja realidad actual de la inmigración sino que busca interpelar sobre la pérdida de las referencias atávicas y la falta de sensibilidad de la sociedad actual hacia todo lo relacionado con lo espiritual que rodea al ser humano, en ese sentido sería una película abstracta, mística incluso en lo que plantea de forma abierta siempre».
Para dar verosimilitud a las reacciones del protagonista en esa búsqueda, el donostiarra no le dio a leer el guión a Solo Turé durante el rodaje. «Es un naufrago en un mundo que desconoce, de un nivel espiritual diferente. Su viaje no es una huida de sus orígenes, sino lo contrario, la vuelta al origen. En ese sentido, para mí él no es real, es un espíritu que busca la pureza y la paz porque no está en paz», sostiene el realizador.

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