La OTAN deja morir a 63 refugiados en el mar

Avista un barco a la deriva con inmigrantes huidos de Libia y no emprende un rescate

El Mundo, JACK SHENKER , 09-05-2011

Decenas de inmigrantes africanos fueron abandonados a su suerte y murieron en el mar Mediterráneo después de que unidades militares europeas y de la OTAN ignoraran su llamada de socorro. Un barco con 72 pasajeros, entre ellos varias mujeres, niños pequeños y refugiados políticos, comenzó a tener problemas en alta mar el pasado marzo, cuando dejó Trípoli para alcanzar la isla italiana de Lampedusa.

Pese a las llamadas de socorro a los guardacostas italianos y los contactos que el barco realizó con un helicóptero y un navío de guerra de la OTAN, no se llevó a cabo ningún esfuerzo para rescatar a los inmigrantes.

Casi todos los pasajeros de la patera murieron de sed y hambre después de que el barco fuera abandonado a la deriva en mar abierto durante 16 días. «Cada mañana nos despertábamos y encontrábamos más cadáveres, que dejábamos durante 24 horas y luego tirábamos por la borda», afirmó Abu Kurke, de 24 años y uno de los nueve supervivientes. «Los últimos días no nos reconocíamos a nosotros mismos… o estábamos rezando o muriéndonos», añade.

Las leyes marítimas internacionales obliga a todos los navíos, incluidos los militares, a responder a las llamadas de socorro de los barcos cercanos y a ofrecer ayuda cuando sea posible. Activistas por los derechos humanos han demandado una investigación por las muertes de estos inmigrantes, mientras el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha instado a una cooperación más estricta entre los barcos comerciales y militares en el Mediterráneo, en un esfuerzo por salvar vidas. «El Mediterráneo no puede ser el salvaje Oeste», afirmó Laura Boldrini, portavoz del ACNUR.

El bote salió de Trípoli el 15 de marzo llevando a bordo a 47 etíopes, siete nigerianos, siete eritreos, seis ghaneses y cinco sudaneses. De ellos, 20 eran mujeres y había dos niños pequeños, uno de tan sólo un año. El capitán, de Ghana, se dirigió rumbo a la isla de Lampedusa, a 290 kilómetros al noroeste de la capital libia. Pero, tras 18 horas de viaje por mar, la pequeña embarcación comenzó a tener problemas y a perder combustible.

Los inmigrantes utilizaron el teléfono satélite de la nave para llamar al padre Moses Zerai, un sacerdote eritreo en Roma que dirige una organización de ayuda a los refugiados, Habeshia. El religioso contactó con los guardacostas italianos, que aseguraron que alertaron sobre la situación del barco, a unos 100 kilómetros de la costa libia. Un helicóptero militar los avistó poco después y lanzó botellas de agua y galletas en un gesto a los pasajeros. El 27 de marzo, la embarcación se encontraba a la deriva, sin combustible ni alimentos. El 29, la patera se topó con un portaaviones de la OTAN. Pese a que dos cazas despegaron y volaron a ras del barco, nadie los rescató. Tras una investigación, The Guardian ha determinado que se trata seguramente del superportaaviones francés Charles de Gaulle.

En los siguientes 10 días, los inmigrantes fueron muriendo uno a uno. También los dos niños. El 10 de abril, el bote llegó a una playa cerca de Zlitan (en los alrededores de Misrata). De los 72 pasajeros sólo quedaban vivos 11. Uno murió nada más llegar a tierra. Otro, en prisión, después de que las fuerzas de Gadafi arrestaran a los supervivientes y los encerraran durante cuatro días.

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