Asesina a su mujer en Vallecas

El Mundo, ESTHER ALVARADO, 09-05-2011

Puede que no fueran la pareja más popular del número 19 de la calle Ascensión Bielsa, en el Puente de Vallecas, porque las versiones sobre lo que sucedía en su vivienda, el tercero E, son dispares. Unos dicen que vivían de alquiler, con más personas, todos inmigrantes, que llevaban poco tiempo y que se iban a mudar, que eran tranquilos, silenciosos, gente normal que no daba ruidos ni problemas. Otros aseguran que eran una familia clásica, un matrimonio con el piso en propiedad y hasta dos hijos, un niño y una niña que se bajaban a la calle cuando sus padres empezaban a discutir.

Como fuera, lo desentrañará la investigación policial, que tendrá que averiguar por qué Segundo Eulogio C. P., ecuatoriano nacionalizado español, de 39 años, discutió a voces con su pareja, Marisol Consuelo T. C. En un momento de la disputa, que transcurrió entre las cuatro y las cinco de la tarde de ayer domingo, Marisol se asomó al balcón de la vivienda para pedir auxilio, pero él la hizo entrar dentro de la casa y bajó la persiana.

Una vecina, alertada por los gritos, llamó al 112 y a las 17.15 horas, dos patrullas de la Policía Municipal se personaron en la vivienda para intentar mediar en la riña. La puerta estaba cerrada y nadie contestó al timbre, así es que avisaron a los Bomberos para que procedieran a la apertura de la puerta blindada.

Tras ella, los servicios de emergencia sanitaria, Samur, encontraron a dos personas: Marisol Consuelo, de 40 años, ecuatoriana nacionalizada española, muerta en el suelo del salón, con la garganta seccionada por un profundo corte que le destrozó la tráquea y los grandes vasos sanguíneos, según Emergencias Madrid. Junto a ella, su presunto agresor, Segundo Eulogio que podría haber intentado quitarse la vida de la misma forma de la que acabó con su pareja. Aún estaba vivo, también con la tráquea seccionada. Los médicos del Samur lograron estabilizarle y trasladarle al Gregorio Marañón. Su estado es muy grave.

Según la Policía, no había denuncias de la mujer contra el hombre. Frente al edificio de cuatro plantas, sede de lo que fueron las Galerías Santa Ana, se apostaron decenas de vecinos y curiosos que aguardaron mientras llegaba la juez de guardia, la Policía judicial y se procedía a autorizar la orden del levantamiento del cadáver, sobre las 20.20 horas.

Entre los vecinos, pocas pistas. Nadie parecía conocerlos demasiado, ni estar muy al tanto de cómo, con quién ni desde cuánto hacía que vivían en el edificio. «Aquí hay de todo: chinos, negros, sudamericanos… Quedamos poca gente de la de toda la vida», comentaba una señora que no oyó nada. Será porque ahora los pisos se alquilan a gente que se relaciona poco «con los de siempre». A gente que no es muy popular.

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