El pasado 7 de septiembre, más de cincuenta bengalíes fueron conducidos por la policía desde Melilla hasta el Centro de Internamiento de Extranjeros de Barcelona. Otros diez se escondieron ante el temor de ser repatriados y regresaron al CETI cuando creyeron que estaban fuera de peligro. Ahora, casi seis meses después de que sus compañeros comprobaran cómo vencía el plazo para que se ejecutara su expulsión, lamentan haberse ocultado aquella mañana porque están convencidos de que a día de hoy podrían circular libremente por toda Europa.

Los que se quedaron creen que la Delegación del Gobierno podría trasladarlos ya a cualquiera de los centros de la península para no prolongar por más tiempo su estancia en Melilla. Todos llevan en la ciudad más de cuatro años y tienen miedo de no correr la misma suerte que aquellos con los que compartieron CETI entre 2006 y 2010.

Tanta es la desesperación de algunos inmigrantes, que no falta quien después de haber entrado en Melilla tras varios intentos, y de haber ansiado su salida durante casi un lustro, quiere ahora regresar a su país. Es el caso de un ciudadano indio, al que le costó casi 40.000 euros poner pie en suelo Español, y que ahora está tan cansado que preferiría volver a casa para recuperar el tiempo perdido y disfrutar de la familia.