Cumbre en Roma

Italia y Francia rebajan tensiones

Sarkozy y Berlusconi proponen revisar Schengen ante la oleada migratoria

La Vanguardia, EUSEBIO VAL, 27-04-2011

Italia y Francia, socios fundadores de la UE, quisieron escenificar ayer la superación de las serias fricciones bilaterales de los últimos meses. En la cumbre celebrada en Roma, el primer ministro Silvio Berlusconi y el presidente Nicolas Sarkozy mostraron una convergencia total ante las crisis de Libia o Siria, esbozaron una línea común en el problema de la masiva llegada de inmigrantes tunecinos y trataron de desactivar las tensiones en el ámbito empresarial. Los dos líderes exhibieron sus tablas diplomáticas y habilidad de discurso, sin escatimar elogios recíprocos, pero está por ver cuánto resistirá esa armonía la prueba de los hechos.

El punto de conflicto más grave era, a priori, la dispar actitud ante la oleada de tunecinos (más de 20.000) que han utilizado la isla italiana de Lampedusa como trampolín para saltar a Europa, predominantemente a Francia. A París le indignó que Roma concediera a estas personas, el pasado 5de abril, un permiso de residencia temporal de seis meses, con la intención poco disimulada de facilitarles un salvoconducto para trasladarse a Francia o otros países. El Gobierno italiano, por su parte, se irritó sobremanera por la negativa francesa a aceptar esos permisos y por el estricto control y las expulsiones realizados por la policía gala en la frontera que comunica la Costa Azul y la Riviera. El punto álgido fue el reciente bloqueo temporal del tráfico ferroviario decidido por Francia en esa zona.

Ayer, Berlusconi y Sarkozy adoptaron un tono conciliador y escribieron una carta a los presidentes de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, y del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, en la que proponen revisar el tratado de Schengen sobre libre circulación de personas para permitir “restablecer de manera temporal controles en las fronteras internas en caso de dificultades excepcionales en la gestión de las frontera comunes, sobre la base de condiciones que deben ser definidas en el futuro”.

“Queremos que el tratado de Schengen viva, pero para que viva debe ser reformado”, insistió Sarkozy. Desde Bruselas, el portavoz de la Comisión, Olivier Bailly, advirtió de que suspender Schengen es “imposible” porque pertenece a los tratados comunitarios. Bailly recordó que “ya es factible, en base al artículo 23 del tratado, reintroducir controles de modo temporal”. La carta italo-francesa hace hincapié en que la libre circulación “es una de las mayores conquistas de la construcción europea”. Pero la vaguedad con que alude a los controles fronterizos hace pensar que conseguir un consenso europeo para la modificación del tratado no será fácil. Tampoco quedó nada claro qué hará Francia a partir de ahora, si habrá o no más tolerancia para dejar pasar a los tunecinos procedentes de Italia.

Fue significativo que Berlusconi recordara en público que Francia acoge a muchos más extranjeros que Italia – una media de 50.000 al año, frente a 10.000 en Italia-.El primer ministro italiano usó el término “inmigrantes”, aunque posiblemente quiso decir “refugiados”, pues esa fue la palabra usada por Sarkozy cuando le tocó hablar. Berlusconi no sólo quiso complacer al huésped, sino quizás lanzar una señal a la Liga Norte, socia de gobierno en Roma, para que aplaque sus periódicos arrebatos en el tema migratorio y no haga demagogia. El primer ministro dijo ya en una ocasión que dar trabajo a los tunecinos no sería muy difícil, sugiriendo que cada municipio italiano se quedara con uno.

Sobre Libia y Siria, Berlusconi y Sarkozy evidenciaron una sintonía casi perfecta, dejando atrás la incomodidad italiana cuando se inició la operación bélica contra Gadafi. Obligado por las circunstancias, il Cavaliere ha dado un giro radical a su posición, Italia entró a regañadientes en la coalición militar e hizo saber que sus aviones no lanzarían bombas. Pero ayer, tras una conversación telefónica con Barack Obama y las presiones de Francia y Gran Bretaña, Berlusconi confirmó que los cazabombarderos italianos sí van a atacar a partir de ahora objetivos militares libios, aunque siempre de manera selectiva y sólo cuando esté garantizado que no habrá víctimas civiles.

El primer ministro italiano admitió que el cambio obedece también al deseo de contrarrestar las críticas de la oposición, que lo acusaba de ser un miembro irrelevante de la coalición antilibia. Berlusconi no ocultó que ha sido una “difícil decisión”, habida cuenta del pasado italiano como potencia colonial y el acuerdo de amistad firmado en el 2008 entre los dos países.

Sarkozy manifestó optimismo por el desenlace de la operación en Libia, sobre todo por la capacidad y el coraje de la oposición, y también porque “la gran lección de la historia” es que los partidarios de la libertad siempre acaban imponiéndose. Según el presidente francés, la ofensiva contra Gadafi estuvo plenamente justificada y pudo salvar la vida a decenas de miles de personas que probablemente habrían perecido en la reconquista de Bengasi por las fuerzas del coronel. En la declaración conjunta, Francia e Italia se comprometieron a no comprar ni una gota de petróleo a Gadafi e instaron a los otros países a seguir el ejemplo.

La rueda de prensa conjunta se inició con una referencia a Siria y un llamamiento a las autoridades de Damasco para que pongan fin al baño de sangre. Sarkozy estuvo duro y habló de “brutalidad inaceptable” por parte del régimen sirio y dejó entender que puede haber sanciones de la ONU. “No se envían tanques contra los manifestantes”, dijo.

Sarkozy negó que Francia aplique “dos pesos y dos medidas”, en alusión a Libia y Siria, pero también alertó de que Francia no puede intervenir en todo el mundo. Recordó que no puede plantearse ninguna acción sin una resolución previa del Consejo de Seguridad de la ONU, “que no será fácil de obtener”.

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