París y Roma echan el cerrojo a Europa

Francia logra que Italia apoye su petición a la UE de reformar el Tratado de Schengen Piden más solidaridad entre norte y sur para frenar la oleada de inmigrantes ilegales

El Mundo, IRENE HDEZ. VELASCO, 27-04-2011

Nicolas Sarkozy se ha salido con la suya. El presidente francés ha conseguido que Silvio Berlusconi le acabe secundando en su batalla para reformar el Tratado de Schengen, de manera que éste pueda suspenderse ante la llegada masiva de inmigrantes y restablecerse en ese caso los controles fronterizos.

Justo lo que París hizo hace unos días, cuando durante cuatro horas cerró sus puertas a los trenes procedentes de Italia con el objetivo de evitar la entrada en su territorio de los 25.000 inmigrantes tunecinos a los que Roma ha concedido permisos de residencia temporales.

Una decisión que entonces desató la ira del Ejecutivo italiano, que invocó precisamente el Tratado de Schengen para criticar la clausura de las fronteras francesas, y a la que, sin embargo, ahora Il Cavaliere ha terminado otorgando su bendición.

La cumbre que Berlusconi y Sarzozy mantuvieron ayer en Roma era una de las más espinosas que han tenido lugar en los últimos tiempos, como reconoció el propio dirigente francés al hablar directamente de «tensiones» entre los dos países durante la conferencia de prensa que ofreció junto al primer ministro italiano.

Las disputas comenzaron por el mando de la coalición internacional en el conflicto libio, se incrementaron a raíz de las últimas adquisiciones de empresas italianas por parte de compañías francesas (léase Bulgari, comprada recientemente por el grupo de Louis Vuitton o la OPA que el grupo francés Lactalis presentó ayer mismo para hacerse con la italianísima Parmalat) y alcanzaron su punto culminante cuando Italia decidió conceder permisos de residencia temporales a los 25.000 tunecinos llegados a la isla siciliana de Lampedusa desde principios de año y hasta comienzos de este mes.

Con la particularidad de que la inmensa mayoría de esos 25.000 tunecinos enseguida manifestaron su intención de trasladarse a Francia, provocando que París amenazara con suspender el Tratado de Schengen ante la ira de Italia.

Para tratar de poner freno a esa espiral de tensiones, la cumbre bilateral entre los dos países, prevista inicialmente para el verano, se adelantó a ayer. Y, a decir de Berlusconi y de Sarkozy, ha sido un completo éxito: los dos países han limado sus diferencias (al menos de cara a la galería) y están de acuerdo en reformar Schengen. Hasta el punto de que ayer anunciaron que han enviado al presidente de la Unión Europea, Herman Van Rompuy, y al de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, una carta conjunta en la que solicitan que se amplíen los casos en los que se puede invocar la suspensión de Schengen por motivos de grave necesidad y urgencia, incluyendo entre los mismos la llegada masiva de inmigrantes.

También piden en esa misiva el reforzamiento de Frontex, la agencia encargada de vigilar las fronteras europeas, y una mayor solidaridad (en gran medida económica) del norte de Europa con los países del sur ribereños del Mediterráneo.

«Creemos en el Tratado de Schengen y por eso queremos que sea reformado», aseguraba el inquilino del Elíseo.

Pero, sobre todo, Berlusconi y Sarkozy trataron de dejar claro ayer ante sus respectivos electorados que están dispuestos a blindar sus fronteras contra los inmigrantes ilegales, como pretenden al solicitar a la Unión Europea la revisión de Schengen.

Al fin y al cabo los dos líderes están bajando en los sondeos y a los dos les interesa mostrarse duros contra los inmigrantes clandestinos: a Sarkozy para comerle terreno a Marine Le Pen, la dirigente del xenófobo Frente Nacional a la que por ahora todas las encuestas dan como virtual vencedora de las próximas presidenciales francesas de 2012 y a Berlusconi para contentar a la Liga del Norte, el partido del que depende para poder continuar siendo primer ministro.

Eso explica que ayer ambos líderes evitaran cuidadosamente dar la sensación de haber realizado algún tipo de concesión al otro, optando por mostrarse mutuamente conciliadores y comprensivos.

«Francia recibe cada año 50.000 inmigrantes, mientras que a Italia llegan alrededor de 10.000, así que el esfuerzo de Francia es cinco veces superior al nuestro, somos conscientes de ello. Y no acusamos a Francia de cosas que por otro lado no ha hecho, somos países amigos», decía Berlusconi.

Y su homólogo francés le daba la réplica: «Comprendo a Italia, comprendo el problema que tienen. Pero Schengen no significa pasarle la pelota al otro, sino resolver el problema».

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)