Sorpresa franco-italiana

El Correo, 27-04-2011

Como por arte de magia el embrión de áspero conflicto entre Italia y Francia a cuenta de la súbita oleada de inmigrantes norteafricanos se ha convertido en un entendimiento completo y rápido del contencioso y, más aún, en superación de todo malentendido y apertura a cooperar en eventuales iniciativas en el seno de la Unión Europea. Todo ello fue el gran resultado de la reunión celebrada ayer en Roma entre el presidente Sarkozy y el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi. Las críticas recíprocas de los primeros días han dejado paso a un dúo dispuesto nada menos que a pedir la puesta al día de los acuerdos de libre circulación de personas en la UE, tras sugerirse en París que la parte francesa sopesaba la posibilidad de suspender temporalmente los llamados ‘acuerdos de Schengen’ y establecer controles en las fronteras. Como hizo la semana pasada al interrumpir el tráfico ferroviario en su frontera con Italia para frenar el acceso de los trenes que transportaban a numerosos inmigrantes a los que Roma había entregado títulos de viaje por seis meses. La Comisión Europea ha reconocido que cada parte tenía el derecho a proceder como lo hizo, pero la conducta de ambos suscitó una preocupación considerable: Italia se sintió sola ante el problema súbito y Francia tomó de inmediato medidas unilaterales de control. Aunque también hay otras consideraciones internas puramente políticas, es cierto que el grave problema de la inmigración ilegal se ha exacerbado con los acontecimientos de Túnez y Libia. Los países mediterráneos que reciben sus consecuencias en primera instancia merecen consideración y sus propuestas un solidario respeto. Schengen es, con el euro, la única expresión tangible y diaria de una sola Europa y percibido como un gran logro. Y debe ser defendido y mejorado, incluso retocado. Pero no cercenado ni acotado por específicas pulsiones nacionales o electorales.

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