Llegan los turistas y reaparecen los manteros. Estos vendedores ambulantes, inmigrantes en su inmensa mayoría, se han vuelto a instalar en el litoral catalán y con ellos el mismo conflicto de siempre, las mismas carreras ante la policía.

En el mismo paseo marítimo pueden concentrarse hasta medio centenar de ellos en estos días, pero los comerciantes dicen que la cifra se multiplica en verano. Ellos son quienes más lo sufren: dicen que ellos pagan impuestos y tienen que competir con los bajos precios de los manteros.

Los ciudadanos están divididos entre quienes se alegran de ahorrarse unos euros en complementos y quienes comprenden la desesperación de los comerciantes.