COMENTARIO DE EL DÍA

No somos dueños de nada

El Día, 25-04-2011

FRANCIA está “reflexionando” sobre la posibilidad de suspender, cuando menos provisionalmente, el tratado de Schengen que permite la libre circulación de personas en Europa. El presidente Sarkozy considera que el flujo de inmigrantes procedentes del Norte de África, sobre todo de Libia y Túnez, es insostenible para su país.

¿Denunciarán los ecologistas de Las Palmas a Sarkozy por racista, al igual que han hecho con EL DÍA a cuenta de unos ripios insignificantes? Y llegado ese caso, ¿les redactará don Santiago Pérez la minuta? El señor Pérez, como saben nuestros lectores, es el gran denunciador de todo. Hasta en su propio partido – el PSOE – se cansaron de él, pero en vez de quedarse tranquilo en su casa dedicado a sus ocupaciones profesionales, si es que las tiene, insiste en seguir en política para desgracia de los tinerfeños y de los canarios en general. Pero dejemos a los romanos, que sus penas no vimos ni sus glorias, y dejemos a don Santiago aunque nos tienen hartos sus denuncias y sus historias. Mejor nos ocupamos de nosotros mismos. Y al hacerlo no podemos dejar de preguntarnos por qué Francia tiene derecho a dejar de aplicar un tratado internacional que ha firmado su Gobierno, mientras que en Canarias ni siquiera se puede hablar de establecer una ley de residencia. No ya de limitar la afluencia de personas, como ocurre en muchos archipiélagos y en países de la UE socios de pleno derecho, como es el caso de Malta; en Canarias nadie puede hablar de regular el asentamiento de personas foráneas sin que se arme un gran lío.

¿Qué nos diferencia de Francia? Pues que Francia es una nación con Estado y nosotros somos un país colonizado. Los franceses son ciudadanos de una nación libre, mientras que nosotros somos súbditos sin ningún derecho, pero con la obligación perentoria de servir a “nuestros amos” españoles. ¿Puede haber iniquidad y humillación más grande en pleno siglo XXI? Súbditos de España y ultraperiféricos de Europa. ¿Qué vergüenza? ¿No se le cae a usted la cara de vergüenza, don Paulino, cuando viaja y se presenta como el presidente de Canarias? Delante de usted seguro que sus anfitriones guardan silencio por respeto, pero apenas se da la vuelta se ríen a carcajadas. Usted, todo su Gobierno y todos los que, aun siendo canarios, dicen que son españoles, hacen el ridículo. Y no sólo eso: también cometen un acto de alta traición con la memoria de sus antepasados, que lucharon durante casi un siglo – en muchos casos hasta la muerte en el campo de batalla – contra los castellanos y los mercenarios que venían a arrebatarles sus tierras, a esclavizarlos, a mancillar a sus mujeres y cometer tantas tropelías que sólo cabe hablar de aquellos hechos como un genocidio o un holocausto. Tampoco podemos olvidar en este punto el riesgo que supone ser vecinos de Marruecos y estar en medio de su zona económica exclusiva. Esto significa, lo hemos dicho muchas veces y lo seguiremos haciendo, que cuando el Gobierno de Rabat así lo desee, nos convierte en provincia marroquí de la noche a la mañana, sin que España, la débil y desprestigiada España de Zapatero, pueda hacer algo para impedirlo. En realidad, el Gobierno de Madrid, sea del color que sea, poco podría hacer para evitar esa anexión, pues el Derecho internacional está del lado de Marruecos. Eso significa que en cualquier momento dejamos de ser súbditos del Rey Juan Carlos para serlo de Mohamed VI. ¿Puede usted dormir tranquilo, don Paulino teniendo sobre su cabeza esta espada de Damocles?

¡Cuántos disgustos nos ahorraría la independencia! Para empezar, podríamos establecer nuestras propias leyes de residencia a conveniencia nuestra y no de acuerdo con los intereses de los españoles y los europeos. Eso es una posibilidad no sólo al alcance de Francia, que es un país con gran peso en el mundo, sino también de naciones pequeñas, como la mencionada Malta y también Cabo Verde: nuestro archipiélago vecino por el sur que cuyos habitantes, pese a ser más pobres que los canarios, viven con muchísima más dignidad porque son libres y tienen una identidad en el mundo. Ellos son caboverdianos. ¿Y nosotros? ¿Qué somos nosotros? ¿Qué es usted, don Paulino? Pues lo que le dijimos el otro día: un indígena aunque no vaya por la calle con taparrabos.

Despierta, canario; no permitas que sigan ocupando tu tierra y borrando tus señas culturales para que dejes de ser lo que siempre has sido: isleño de tus propias Islas. Mientras seas un súbdito colonizado, no serás dueño de tu tierra ni de sus recursos; no serás dueño de nada.

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