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Rubalcaba anuncia que España acogerá a un centenar de refugiados libios

Diario Vasco, AGENCIAS | LUXEMBURGO., 12-04-2011

El vicepresidente primero del Gobierno y ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, anunció ayer que España acogerá a alrededor de un centenar de refugiados subsaharianos procedentes de Libia que se encuentran en la frontera con Túnez o con Egipto, o que han llegado hasta Malta, y que no pueden ser repatriados a sus países de origen.
«España ha manifestado públicamente su voluntad de apoyar» dentro de su «capacidad limitada», explicó Rubalcaba al término de la reunión de ministros del Interior de la UE consagrada a la presión migratoria procedente del norte de Africa tras las revueltas ciudadanas.
El vicepresidente del Gobierno dijo que en breve tendrá «una cifra exacta» y las «nacionalidades» de los que acogerá España pero recordó que el Gobierno aprobó el año pasado un programa de reasentamiento con 75 plazas y que Alemania se ha ofrecido a acoger a 100 refugiados de Malta. «Este será el orden de magnitud en el que trabajemos», precisó. «Entre todos tenemos que ayudar a Malta porque para Malta una cifra de 1.000 peticionarios de asilo es sencillamente indigerible, es una situación de crisis muy grande», indicó.
También Eslovaquia, Bélgica, Italia, Portugal, Alemania, Bélgica, Italia, Suecia, Noruega y Portugal se han ofrecido a aceptar a refugiados huidos de Libia.
Rechazo a Italia
El vicepresidente primero defendió que estas personas «tienen derecho a la protección o al asilo en Europa» y que por ello su situación es «muy distinta» a la de los tunecinos llegados a Italia, que son «inmigrantes irregulares» y deben ser repatriados.
En este sentido, los socios de la UE rechazaron ayer distribuir por territorio comunitario a los 25.000 inmigrantes tunecinos llegados a Italia desde principios de año. Los ministros de Interior de los Veintisiete se negaron a respaldar una propuesta del Gobierno de Roma que permitiría a los ‘sin papeles’ lograr un permiso temporal para quedarse en Europa. La negativa de los países miembros enfureció al Ejecutivo de Berlusconi, que llegó a cuestionarse el «sentido de seguir formando parte de la Unión».

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