Miles de mexicanos se echan a la calle para clamar contra la violencia

El País, P. ORDAZ / S. CAMARENA, 08-04-2011

Sobre una camioneta desvencijada, firmemente apoyado en su dolor, el poeta Javier Sicilia sacudió la tarde del jueves el alma de México al plantear un dilema tremendo que él acaba de sufrir en carne propia: ¿qué somos cuando nos matan a un hijo? “No se es huérfano ni viudo”, respondió, “se es simple y dolorosamente… nada”.

Desde que, a finales de 2006, el presidente Felipe Calderón lanzó su batalla frontal contra el crimen organizado, México ha perdido a 40.000 de sus hijos, de los que 9.000 están aún por identificar y 5.000 continúan desaparecidos. Sus asesinos, en el 98% de los casos, siguen libres, porque el sistema judicial no funciona, las corporaciones policiales siguen estando infiltradas por los criminales, y el Ejército, abocado a luchar con los narcotraficantes en plena calle y con armas de guerra, provoca cada vez más víctimas inocentes. De ahí que el jueves, espoleados por el dolor del poeta, miles de mexicanos salieran a la calle para proferir un grito que, en el habla de México, expresa el hartazgo extremo: “¡Estamos hasta la madre!”.

El epicentro de la protesta que recorrió 20 de los 32 Estados de México partió de Cuernavaca, la capital de Morelos, en el centro del país. Allí fueron encontrados hace unos días los cuerpos de siete personas torturadas y después asfixiadas. Entre ellos, el de Juan Francisco Sicilia, de 24 años, hijo del escritor, quien recibió la noticia en Filipinas. En el avión de regreso, Javier Sicilia escribió un último poema dedicado a su hijo: “No puedo escribir más poesía. La poesía ya no existe para mí”. Su firme decisión de defender hasta las últimas consecuencias la honra y la memoria de su hijo – algo de lo que carecen la mayoría de las víctimas, ensuciadas por la sospecha y la impunidad – , ha prendido como una mecha en México. No se trata solo de protestar por el asesinato del hijo de Javier Sicilia, sino por ponerle cara a tanto dolor acumulado. Como tan bien expresaba una de las pancartas que se pasearon por las calles de México: “Algunos padres son poetas. Todos los hijos son poesía”.

Durante la marcha, Javier Sicilia puso la primera piedra de un movimiento social en el que, con mucha nitidez, se señala a los criminales como responsables principales de la tragedia diaria, pero, a la vez, se acusa a las autoridades de complicidad e ineptitud. Un ejemplo muy claro fue el discurso que, frente a la 24 Zona Militar, dirigió Sicilia al Ejército: “No los queríamos a ustedes en las calles. Ya son cuatro años de guerra y, lejos de disminuir, el consumo y tráfico de drogas ha aumentado. Lejos de sentirnos seguros, nos sentimos con miedo y coraje ante la impotencia de verlos pelear en nuestras calles”. Pero, tras la crítica, el ciudadano Sicilia se dirigió sin intermediarios a su Ejército para ofrecerle una salida, un limpio pacto cívico: “Les devolveremos la confianza cuando dejen de mirarnos como meras estadísticas de guerra y cuiden las sagradas vidas de los jóvenes”.

Más duro fue Sicilia con los políticos. Los que marcharon con él por las calles de Cuernavaca tuvieron la sensación de que la historia se repite. Cambian los Gobiernos, pero no las actitudes. Ni la impunidad. Cuando aún no se sabe quiénes mataron el pasado verano a 72 inmigrantes en el norteño Estado de Tamaulipas, el pasado miércoles fueron localizados en el mismo lugar los cuerpos de 59 personas en varias fosas comunes. En ninguno se halló documentación alguna, por lo que la policía cree que se tardarán varios días en identificar los cadáveres. Hay 11 detenidos en relación con estos hechos, informa Efe.

El poeta anunció que se plantará frente al Gobierno de Morelos hasta el día 13. Ese es el plazo que ofrece a las autoridades para que detengan a los asesinos de su hijo. “A los verdaderos”, aclaró. Sicilia no quiere sangre inocente en sus manos, falsos asesinos, chivos expiatorios. Si, el día 13, la policía no es capaz de detener en buena ley a los culpables, los que marcharon por las calles de México están dispuestos a resucitar el grito que el empresario Alejandro Martí acuñó cuando, en 2008, unos secuestradores mataron a su hijo. Un grito que, señalando fijamente a las autoridades, decía: “Si no pueden, renuncien”.

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