The last frontier

La Verdad, PEDRO A. CRUZ, 10-03-2011

La sociedad española, por centrarnos en lo próximo, está asistiendo desde hace algunos años a un fenómeno extraño para ella, a un hecho que ha trastocado una tradición construida a lo largo del tiempo y que le hizo olvidar la normalidad de los denominados movimientos migratorios, y de su importancia en las profundas transformaciones producidas a lo largo de la Historia que, en nuestro caso, explicarían la expansión de la lengua y la cultura por tierras americanas.

El desplazamiento de la gente de un lugar a otro forma parte de la naturaleza humana, se constituye en elemento compensatorio y contribuye a una renovación siempre necesaria al propiciar la mezcla. Por supuesto, esta realidad no es aséptica y plantea conflictos, unas veces resueltos por la vía de la imposición, otras de la asimilación, a menudo de la marginación y, en la actualidad, de rechazo al ver en el inmigrante a alguien que viene a trastocar el orden, a subvertir los valores (aunque se reniegue de ellos) sobre los que se asienta la seguridad del grupo.

Muchas han sido las ‘entradas’ que el arte – los artistas – – ha tenido sobre este tema, y muchas las interpretaciones dadas para concienciar a la sociedad, en ocasiones oportunistas al no profundizar en el hecho, y muchas haciendo gala de paternalismo y de cierto voyeurismo. Por eso, es interesante la visión que la teórica y artista holandesa, Mieke Bal, presenta en los vídeos que estos días se pueden contemplan en la Sala de la Fundación José García Jiménez, y que se centran en aspectos más cotidianos, más lúdicos, más cercanos y comprensibles. En sus vídeos ensayos nos presenta una serie de trabajos, en los que han colaborado Michelle William Gamaker y otros, en los que se recoge lo que es normal en la vida de un grupo de personas, lo que les preocupa, les alegra, lo que les hace, en definitiva, iguales a nosotros conservando sus diferencias. La tesis desarrollada por Mieke Bal, en esta su primera exposición en España, claramente se decanta por el enriquecimiento mutuo que supone el contacto, de ahí que renuncie a situaciones límite.

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