Después de unos días de tregua, una docena de barcazas abarrotadas de tunecinos desembarcaron en la noche del domingo al lunes en la pequeña isla de Lampedusa . Estaba previsto que con el buen tiempo y el mar en calma, se reanudaría la llegada de desesperados norteafricanos. El centro de acogida, con capacidad para 850 personas, se ha desbordado. Para evitar su colapso, ayer mismo se inició un puente aéreo para trasladar a los inmigrantes a otros centros repartidos por Sicilia y la Península.

La llegada de estas embarcaciones se suma al rescate de otra, la noche del viernes al sábado, en la que viajaban una treintena de personas, dos de las cuales se encuentran desaparecidas tras caer al mar cuando la Guardia Costera los iba a poner a salvo.

Inevitablemente, los desembarcos continuarán, porque los controles en las costas tunecinas son casi inexistentes. El ministro del Interior, Roberto Maroni, lanzó ayer de nuevo la alarma: «Tenemos indicaciones de que miles y miles de personas, sobre todo jóvenes, se dirigen hacia los puertos de Zarzis y Djerba, al sur de Túnez, dispuestos a partir. Muchos de ellos tienen ya en su bolsillos el pasaje, por el que pagan a las mafias 1.400 euros y que les llevará, tras diez o doce horas de travesía si el mar está en calma, a la “nueva vida” con que todos sueñan».

Mientras, el líder libio vuelve a amenazar con la inmigración ilegal: «Miles de personas invadirán Europa desde Libia, y no habrá nadie que los pare», manifestó Muamar Gadafi al semanario francés «Le Journal de Dimanche». «Bin Laden se instalará en África del Norte, lo tendréis a las puertas», añadía el dictador libio. En síntesis, Gadafi venía a decir: «O yo, o Al Qaida en el Mediterráneo».