De profesión: mendigos

El Correo, ROSA CANCHO / DANIEL GONZÁLEZ, 06-03-2011

A las 9.05 montan en el autobús de línea y media hora después se incorporan a su labor en diferentes puntos de la zona de la Avenida y del centro de Vitoria. Pero no van a una oficina, ni a un taller, ni a una tienda, se quedan en la calle y viven de pedir limosna. Se trata, según ha comprobado este periódico, de un grupo muy cambiante de entre seis y diez ciudadanos de origen rumano – en ocasiones hasta quince – que cada día de desplaza desde Miranda a la capital alavesa para ejercer la mendicidad de manera organizada. Llevan así casi una década, de vez en cuando desaparecen durante una temporada y cuando vuelven, algunos de sus integrantes han cambiado.

En épocas ‘punta’, como la Navidad o las fiestas patronales, se refuerzan. Nadie les puede decir nada, porque están en su derecho de ganarse así el sustento, pero más de uno ya se ha preguntado si no estaba fallando algo en la red local de atención social. Sin embargo, las instituciones no pueden hacer nada con quien ni está asentado en la ciudad ni busca ayuda. Si fuesen vecinos de Vitoria, el Ayuntamiento tiene programas de inserción específicos para gitanos de origen rumano como el denominado Caminante.

Los miembros de este clan de mendigos son jóvenes, casi todos de menos de 40 años, y de ambos sexos. En alguna ocasión entre ellos hay una persona con una discapacidad en una pierna. Suben al autobús en la vecina ciudad burgalesa y cuando llegan a Vitoria bajan en diferentes paradas. Unos se quedan en la zona de la Avenida y otros van hacia la calle Dato y aledaños. El resto espera hasta la parada final, en La Paz y alrededores.

Periódico

Utilizan los métodos habituales de quien se dedica a pedir. Además de poner la mano y tratar de dar pena con historias del tipo «por favor, tengo dos hijos pequeños, ayúdeme», algunos prefieren el cartelito con una triste historia, los hay que venden pañuelos en semáforos con gran afluencia de coches y alguno que otro enseña un ejemplar trasnochado de La Farola, el periódico de los pobres.

Y así cumplen toda una jornada laboral. Hacia las seis de la tarde comienzan a regresar a su casa. Los últimos, en el autobús de las ocho y diez de la tarde.

Pero no son los únicos que ven que la capital alavesa es una buena plaza para subsistir. Desde hace alrededor de un año, vecinos de Lakua y de la zona del Seminario ven con perplejidad cómo jóvenes se meten dentro de los contenedores de basura orgánica y rebuscan en su interior.

Se trata también de grupos que actúan con cierta organización, la mayoría de ellos rumanos, que llegan desde diversos lugares próximos a la capital alavesa. Es habitual verles abrir los depósitos de la basura. A veces, utilizan un gancho para hurgar entre los restos y otras se meten dentro. Se les puede observar de día, pero según ha comprobado este diario es habitual encontrarles en plena faena por la tarde – noche.

Buscan todo tipo de material eléctrico, electrónico e informático, así como metales para venderlos como chatarra. Aunque es un misterio saber por qué han elegido Lakua como centro de este tipo de operaciones, es de suponer que la juventud del barrio es uno de los motivos. Es decir, que por esos lares es más fácil encontrar en la basura electrodomésticos rotos y otros aparatos fuera de uso como móviles antiguos, ordenadores o reproductores mp3. Y es cada vitoriano genera un kilo de basura al día, de modo que buena parte de su contenido es susceptible de ser reaprovechado.

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