«Cataluña es hoy epicentro de concepciones racistas»

Alexánder Sequén-Mónchez, escritor, analiza en un ensayo la inmigración en España: «Anuncios como “ecuatorianos abstenerse” o “únicamente españoles” son iguales que los de la época de la segregación racial en Estados Unidos»

ABC, , 01-03-2011

Denuncia usted que en España existe un racismo soterrado y casi invisible porque está «normalizado».

-Exacto. No nos podemos conformar con enunciados del tipo «la sociedad española es racista » o «la sociedad española no es racista». Lo que hay que preguntarse es si hay racismo.

-Y lo hay…

-Existen una serie de conductas y patrones que parecen inofensivos y son asumidos como hechos plenamente naturales, cuando frases como «merienda de negros» o «república bananera» siempre denigran al inmigrante. Céline fue un antisemita confeso, pero en su caso se pueden diferenciar con claridad las ideas del escritor de su creación. Cosa muy diferente es que columnistas o articulistas que jamás van a escribir grandes obras de la literatura universal reivindiquen locuciones racistas…

-El CIS no detecta graves problemas de este tipo entre nosotros.

-Esas encuestas revelan que los ciudadanos ven como problemas el paro, el terrorismo o la inseguridad, además de la inmigración. Pero un análisis más exhaustivo dejaría claro que muchos de quienes así contestan relacionan tanto el paro como la inseguridad con la inmigración. E incluso el terrorismo, por la llegada de árabes.

-¿Cómo se lucha contra ello?

-Lo primero es la conciencia y la autocrítica desde las dos partes (los inmigrantes y la sociedad puerto), con una mirada retrospectiva, pero también al día a día, a detalles simples como que en España tienen presencia una serie de carteles racistas típicos de la época de la segregación racial en Estados Unidos: «Ecuatorianos abstenerse» o «Únicamente españoles». Ahí tendría que haber una reacción del propio español, pero también del inmigrante. Pero el problema es que la inmigración se acomoda en sus propios guetos. No rompe esos límites.

-¿Por qué esa falta de permeabilidad mutua?

-Una de la razones es que no se ha entendido cuál es el origen de la inmigración. Se sigue considerando que la causa es la pobreza, y yo defiendo que se produce por una causa política. El inmigrante decide romper con su medio porque la política no es capaz de garantizarle ni siquiera el derecho a la vida. Fallan los estados y producen inmigrantes, aun entre quienes tienen dinero.

-Con las revueltas en los países árabes se avecina otra oleada.

-Esta situación va a provocar una respuesta demográfica de enormes dimensiones y Europa debe asumir su responsabilidad. Por el petróleo y por el gas ha mantenido complicidad con los sátrapas y, ¿qué hace ahora? Primero, tarda en la respuesta, y segundo, se organiza para poner una barrera.

-¿Quién gana en amplitud de miras frente al fenómeno, PP o PSOE?

-En la inmigración decir que hay una visión de izquierdas y otra de derechas en la práctica es falso. Haya gobierno socialista o del Partido Popular, el tratamiento de la inmigración es restrictivo. Las regularizaciones masivas como la de 2005 tienen la razón de ser de reconvertir a agentes de la economía informal en cotizantes. Eso sí, Cataluña preocupa muy especialmente…

-¿Por qué?

-Se está convirtiendo en el epicentro donde se multiplican concepciones racistas, como el eslogan fascista de Convergència i Unió de «No cabemos todos». Y precisamente en mi libro critico duramente a tres autores que en Cataluña tienen mucho predicamento: George Borjas (cuya obra contra la inmigración «Heaven’s door» no está traducido al español pero sí al catalán), Samuel Huntington y Giovanni Sartori, con su idea de la ciudadanía revocable, que viene a ser el contrato de integración. Es el auge de la «xenelasia» del mundo griego, de la expulsión del extranjero. Y es que en una pasión nacionalista siempre hay elementos racistas.

«El cálculo egoísta»
Así se titula el ensayo sobre racismo e inmigración en España recién publicado por Alexánder Sequén-Mónchez, escritor guatemalteco que trabajó en la reforma constitucional de su país y ha sido miembro de la Misión de Naciones Unidas para Guatemala. Cuando hace cinco años se vio obligado a emigrar a España debido al clima de extrema violencia de su tierra, se convirtió en un agudo observador de nuestra sociedad, atento a los estereotipos racistas, latentes o expresos, de series de televisión, columnas de prensa o frases coloquiales. Y sobre esta realidad reflejada en su libro se debatió el pasado sábado en la Casa de América.

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