Integración social a través del baile

El Mundo, ANA BORNAY , 01-03-2011

Aunque sólo tiene 26 años, la bailarina Sandra Álvarez, conocida como Tiny Dancer, tiene la necesidad de enseñar a otros lo que ella sabe. Trabaja como profesional pero desde hace un año acude cada lunes a los locales de la Asociación Vecinal la Unión de Fuencarral para enseñar funky y dancehall a los jóvenes del barrio, que reciben la formación de manera gratuita gracias al Servicio de Dinamización Vecinal promovido por el Ayuntamiento de Madrid en colaboración con la Federación Regional de las Asociaciones de Vecinos (Fravm).

«Me metí en el proyecto porque me recordaba a mis inicios. No tenía dinero para ir a clases y empecé en la calle, en Orcasitas», comenta Sandra, que apunta que en el grupo hay buena materia prima.

Frente a un espejo inmenso, una docena de jóvenes de entre 14 y 25 años tratan de seguir las coreografías que monta la propia Sandra. Españoles, dominicanos, angoleños y marroquíes comparten espacio y ganas.

Cristina es la más joven de todos, pero despunta de manera especial. Estudia 3º de la ESO y tiene claro cuál quiere que sea su futuro laboral: bailar. A sus 18 años Fiama tiene el mismo sueño y, aunque sabe que es difícil, reconoce que sin un taller como este sería imposible.

Gracias al Servicio de Dinamización vecinal se realizan cerca de 400 actividades de este tipo cada año en una veintena de barrios. Todas ellas surgen después de la realización de un estudio que proporciona un diagnóstico de las necesidades de cada zona. «En Fuencarral los jóvenes tienen un interés especial por el baile», advierte Tanja, la dinamizadora de Fuencarral, que estuvo cuatro meses en contacto con los vecinos.

Y es que las calles y parques de Fuencarral son una auténtica pista de baile. Algunos jóvenes colocan suelos especiales y exhiben lo que saben hacer al tiempo que hacen amistad con otros amantes de la danza. «Vamos aprendiendo unos de otros», explica Ramón, un dominicano de 23 años que acude a las clases como espectador. «Lo mío es el breakdance, no me atrevo con el funky», matiza.

Este tipo de talleres hacen que los alumnos aumenten en autoestima y que consoliden hábitos como el esfuerzo, la responsabilidad, y el compromiso. También tratan de prevenir los conflictos sociales que puedan constituir un riesgo para el equilibrio, el bienestar y la convivencia, evitando actitudes xenófobas y racistas.

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