EL DESEMBARCO CHINO EN VALENCIA

Las Provincias, BEATRIZ LLEDÓ blledo@lasprovincias.es |, 06-02-2011

Cuando un compatriota llega a un lugar nuevo, siempre se le tiende la mano. A quien ayudas, te ayudará después a ti», apunta Zuoqun Cain. Es uno de los 17.151 chinos que residen actualmente en la Comunitat, una población que no para de crecer.

Reservados, solidarios, trabajadores y muy intuitivos para triunfar en los negocios, viajan a Valencia atraídos por «la amabilidad de la gente y por el clima». Buscan un futuro mejor al otro lado del mundo.

En una década, esta inmigración ha aumentado un 296%, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Sólo en el último año, el colectivo aumentó en más de mil personas. Esta evolución cobra aún más relevancia al compararla con otras nacionalidades. La presencia de ecuatorianos, bolivianos, argentinos y colombianos en la Comunitat va en descenso.

El imperio chino también se traduce en miles de millones de euros. El gigante asiático lidera ya las importaciones a la Comunitat desbancando a países como Alemania, Francia y Estados Unidos. De 2009 a 2010 han aumentado más de un 39%, tal y como reflejan las tablas del Instituto Valenciano de Estadística (IVE).

Muebles, juguetes, textil, iluminación y productos de decoración ‘made in China’ llenan las estanterías de las tiendas valencianas. «Los primeros negocios fueron restaurantes, tiendas multiprecio y mayoristas de ropa y calzado, que luego ya empezaron la venta al público. Ahora están en auge los wok», explica Cain, vicepresidente de la asociación de empresarios chinos en la Comunitat. Hay más de 3.700 hombres de negocios repartidos entre Valencia, Alicante y Castellón.

Peluquerías, bazares y servicios de reparación de móviles inundan las calles más céntricas de Valencia. También comienzan a ser cada vez más habituales los negocios españoles que pasan a manos asiáticas. Como el ultramarinos Pepi, regentado por Song Lin y su familia. «Antes vivíamos en Murcia y hace dos años nos trasladamos a Valencia. Es una ciudad más grande y eso nos gusta», afirma este joven de 19 años desde el mostrador. El establecimiento, situado en el barrio de Nou Moles, vende de todo. Allí es posible adquirir desde rotuladores y libretas hasta fruta, pan y leche.

La ilusión de Song Lin es montar su propio gimnasio, aunque lo ve difícil. «Ya hay muchos en Valencia», reconoce. Aunque también se plantea regresar algún día a Jilin, la provincia en la que pasó los años de su infancia.

Zuoqun Cain vive en la Comunitat desde hace dos décadas y piensa quedarse muchas más. Siempre supo que quería conocer España. Desde que a los ocho años su padre le regaló un ejemplar del Quijote.

Sus dos hijos, Pablo y Andrés, nacieron en Valencia. «El clima es bueno y el trato es muy cercano. Es una capital con corazón de pueblo. Además, está muy bien comunicada, tiene el puerto de referencia de Europa», afirma.

Hoy tiene su empresa de importación de pescados, Eurofish Asian, que aumenta sus beneficios un 30% cada año a pesar de la crisis. «Tenemos fábrica propia en China y mandamos técnicos españoles para realizar el control de calidad de la mercancía. Esa una de nuestras ventajas sobre el resto», detalla el vicepresidente local de empresarios del país asiático.

El año pasado, las importaciones que partieron de China reportaron 2.241 millones de euros. «Los productos elaborados allí son más baratos porque no se usa mucha tecnología y suelen ser negocios familiares. Los hay de peor y de mejor calidad», explica.

Catorce horas al día

¿Qué hay de cierto en el mito de que los chinos trabajan casi sin descanso? «En muchas ocasiones son los propios empleados los que piden hacer 12 ó 14 horas, no los empresarios los que les obligan. Cuantas más prendas hacen, por ejemplo, más les pagan», asegura.

Una de las nuevas tendencias que se observan es que los inmigrantes que proceden del país oriental llegan cada vez más con su dinero para montar su propio negocio, en lugar de estar empleados en otro ajeno.

Eso sí, al final, la mayoría acaba regresando a su tierra cuando se jubila. «Es como un ciclo. Volvemos a casa a morir. Si no vuelves se cree que ya no tendrás otra vida», cuenta Cain. Sus padres ya han tomando el camino de vuelta a WenZhou, su ciudad natal.

Las cifras evidencian esta costumbre. Según los números del INE, en 2010 residían en la Comunitat menos de 200 chinos mayores de 70 años.

«Es cierto que trabajamos mucho durante unos años, porque ganas dinero tanto para tus hijos, como para tu familia y la de tus padres», comenta Shuli Xiang, la esposa de Cain, que durante 14 años estuvo empleada en un restaurante. «El horario en la hostelería es de lunes a domingo y sólo se descansa de cuatro a ocho de la tarde. Así todos los días», asegura.

Lo de Shuli con Valencia fue un amor a primera vista. Llegó casi por casualidad y ya no quiso marcharse. «Iba a encontrarme con Cain, que por aquel entonces vivía en Madrid. Pero mi avión llegaba de Amsterdam a Valencia. Eran Fallas y pasamos aquí unos días. Me quedé alucinada por todo», admite.

Desde hace dos años trabaja exportando vino valenciano a su país de origen. Además, este mismo mes inaugurará la primera asociación de mujeres chinas en la Comunitat. En un principio estará formada por 30 personas.

Más turistas

La presencia china en la Comunitat también llega acompañada de una cámara de fotos. Los asiáticos cada vez se sienten más atraídos por la Comunitat. El año pasado, los turistas de estos países aumentaron un 45%.

El próximo 27 de marzo despegará el primer vuelo de Valencia a China, todo un trampolín para las relaciones comerciales y turísticas entre ambos lugares.

La aerolínea Turkish Airlands operará esta conexión aérea, que tendrá una frecuencia de cuatro días a la semana y hará escala en Estambul.

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