Paquistán pone rumbo a la provincia

Las Provincias, V. GIL | CASTELLÓN., 06-02-2011

Justo en el centro de dos de las zonas con mayor presencia de paquistanís en España, Barcelona y Valencia, sólo era cuestión de tiempo que Castellón se convirtiese también en foco de atracción para los llegados de uno de los países más poblados del planeta y por extensión también uno de los más aquejados por la emigración. Y así ha sido: en el año 2000, apenas había en la provincia tres personas empadronadas procedentes de Paquistán; en 2005, ya eran 43 y hoy, según la explotación estadística del padrón del INE a fecha de 1 de enero de 2010, el colectivo paquistaní alcanza ya los 300 empadronados. Una población quizás reducida si se la compara con los 18.000 marroquís o los 55.000 rumanos asentados en la provincia, pero cuyo crecimiento sostenido en la última década le ha supuesto multiplicar por siete su presencia y colocarse ya entre las 20 nacionalidades extracomunitarias en importancia en Castellón.

Al por qué de este espectacular incremento en los últimos años responden los propios paquistanís con franqueza: el trabajo. «Yo busco trabajo donde haya; mi casa está donde tengo trabajo», explica Muhammaad Umer Farooq. En los cinco años que lleva en España, este paquistaní residente en Almassora ha viajado por buena parte del territorio nacional, de Barcelona a Valencia, Burriana o Albacete. Al final, ha acabado trabajando en una verdulería de Almassora, uno de los sectores con mayor presencia de paquistanís, tanto en la provincia como en el resto del país.

El afloramiento de negocios regentados por población procedente de Paquistán es evidente en un sencillo paseo por las calles y supone, de hecho, una de las principales características de este tipo de inmigración en España. Un estudio de la Universitat Autónoma de Barcelona constata la importancia que el trabajo por cuenta propia tiene en el colectivo paquistaní asentado en España, particularmente en la apertura de pequeñas tiendas de alimentación, verdulerías o locutorios. Desde el Mercado de Abastos de la capital de la Plana, su presidente, Antonio Sanz, también lo confirma: desde hace poco más de tres años se ha notado un notable incremento de clientes procedentes de esta zona de Asia para abastecer sus verdulerías. «Si cada día vienen al mercado unas 500 personas, 15 ó 20 son de Pakistán», explica Sanz, para quien el creciente interés de estos inmigrantes por el sector tiene una explicación sencilla: «La inversión requerida para abrir una verdulería es muy poca; sólo necesitan un local, una pesadora y un vehículo; vienen aquí y con 300 ó 500 euros ya tienen la compra hecha», argumenta.

Pese a la creciente presencia de negocios regentados por paquistanís, la agricultura es todavía el gran sector que atrae a Castellón a la población procedente, en su mayoría, de la zona de Punjab, limítrofe con la India. Y es precisamente en este área de actividad donde los sindicatos denuncian los principales abusos que podrían incluso apuntar a la presencia de mafias que, como la red desmantelada recientemente en Vinaròs, mantenían hacinados a 71 ciudadanos de esta nacionalidad en tres pisos cobrándoles precios abusivos.

Ni la Guardia Civil ni la Policía Nacional, que detectó la semana pasada a 14 trabajadores paquistanís con documentación falsa en Vila – real, confirman que haya mafias organizadas para la contratación de trabajadores en Castellón. Ni siquiera Comisiones Obreras, que ha denunciado a las empresas implicadas en la situación destapada en Vinaròs, habla de la generalización de redes turbias relacionadas con la contratación de trabajadores paquistanís más allá del pago por debajo de convenio. De hecho, según señala la responsable del sindicato en la provincia, Encarna Barragán, se ha dado traslado ya a la Inspección de Trabajo de varias denuncias por este motivo en empresas agrícolas de Castellón.

Sin mafias

Rao Tasawar Anwar, jefe de una cuadrilla de ‘collidors’ en una cooperativa citrícola de Vila – real, no quiere ni oír hablar de mafias. A sus oidos ha llegado lo sucedido en Vinaròs recientemente, pero Rao descarta que esa situación produzca en su entorno. «Eso sólo pasa a los que no tienen los papeles en regla y nosotros lo tenemos todo en regla, porque viene un inspector todos los días a comprobarlo», explica este paquistaní que cada temporada se encarga de reclutar a los otros siete compañeros de cuadrilla, con los que convive también en un antiguo restaurante junto a la N – 340 mientras dura la campaña.

Ahora, recogida ya toda la naranja, Rao y otros muchos paquistanís pondrán rumbo a otros puntos de España como Lleida, donde esperan participar en la recogida de la manzana. Y así hasta que el final de las campañas agrícolas les permita volver a su país a la espera de, el año que viene, volver a empezar el ciclo. Pese a todo, Rao reconoce que hay más compatriotas en la provincia de los que tienen sus papeles en regla. «¿Y qué tienen que hacer?», se lamenta.

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