Txikitos y gildas en casa de Xuezheng

El Correo, OCTAVIO IGEA, 23-01-2011

Dicen algunos txikiteros de Barakaldo que en el bar Eretza, situado en la plaza Euskaltzaindia, se degustan «las mejores gildas» de la localidad. Como en cualquier taberna de toda la vida, también se pueden probar buenos crianzas, txakoli, rabas y pintxos de morcilla, jamón o bonito del norte con pimiento rojo. Todo en un ambiente muy futbolero, ya que el establecimiento ofrece los partidos del Athletic, la ‘Champions’ y lo que se tercie en un televisor de muchas pulgadas adornado con una ikurriña. La estampa no tendría nada de especial si no fuera por un pequeño detalle: detrás de la barra, y de toda la oferta lúdico – gastronómica, se encuentra una dicharachera mujer de ojos rasgados llamada Xue Zheng. Es china, llegó a Vizcaya hace 11 años y de aquí ya «no hay quien me mueva», asegura.

Como ella, cientos de personas procedentes del gigante asiático aterrizan cada año en la provincia, configurando un peculiar segmento de población que no para de crecer. Ni de ampliar sus miras comerciales. Primero fueron los restaurantes orientales, luego los bazares y los ‘wok’. Ahora también en las tiendas de siempre se habla mandarín. Fruterías, peluquerías, ultramarinos… La colonia china regenta ya 500 establecimientos de todo tipo y su implantación sigue imparable en Vizcaya. En plena crisis, el número de afiliados a la Seguridad Social de origen chino casi se ha duplicado y, en muchos casos, buscan reflotar negocios que los vendedores locales no han podido mantener. «Somos emprendedores, no sabemos estar sin hacer nada, aunque la integración total aún tendrá que esperar un par de generaciones», explican los portavoces de la Asociación de Chinos de Euskadi.

Según los datos que maneja el Observatorio Vasco de Imigración, Ikuspegi, el número de chinos en la provincia casi se ha multiplicado por once en la última década. En 1998, el padrón vizcaíno incluía 247 vecinos procedentes del gigante asiático y el pasado año eran ya 2.704. Queda por regularizar la situación de muchos más. «Los problemas económicos son más graves en el sur de España y algunos compatriotas están viniendo al norte para intentar salir adelante. Puede que ya seamos unos 10.000 por aquí», precisa Xiahong Zhou, presidente de la organización que agrupa a los chinos ‘vascos’. Pese a que oficialmente ‘sólo’ suponen el 4% de los extranjeros en Vizcaya, su presencia es de las más evidentes.

Más allá de portavoces oficiales, EL CORREO ha salido a la calle para hablar con los protagonistas. El comerciante chino es, en primer lugar, reservado. La censura y la falta de libertades que impera en su país les hace esquivar por naturaleza cualquier pregunta de quien se identifica como periodista. Hay taberneros y vendedores de ropa en el Casco Viejo de Bilbao y El Ensanche, supermercados en Zabalburu e Irala, una costurera en Rekalde, una tienda de móviles en Hurtado de Amézaga, joyeros en Barakaldo, cocineros en Sondika y Las Arenas… La negativa a hablar es la respuesta habitual y esos problemas con el idioma, que no parecen importar a la hora de vender, la excusa.

«Vienen de un país sin reglas»

Pero hay excepciones. Una es Zhong Ping Huang. Regenta una pequeña tienda de alimentación en la calle Askao desde hace un año. Vive «mal que bien» de lo que le compra el emergente turismo que visita la villa. Es el claro ejemplo de la transformación china en Vizcaya, donde el mercado de los restaurantes asiáticos roza ya la saturación – existen 250 – . «Empecé trabajando como cocinero, pero prefiero no tener jefes, así que abrí mi negocio con el dinero que me dejaron amigos y conocidos», relata. «Van a lo fácil. Cuando ven que una tienda funciona en Madrid o Barcelona, lo copian. No son innovadores, pero sí muy eficientes con lo que saben hacer y tienen una red de importación propia espectacular», detalla el abogado José Ángel Esnaola. Nadie como él conoce a la comunidad china, ya que gestiona sus asuntos legales y presidió su asociación autonómica durante años.

Desde fuera, la expansión asiática se analiza aún con expectación. «Comunicarse con ellos es un suplicio, pero son amables y respetuosos», explica el presidente de los hosteleros vascos, Ángel Gago, quien elude criticar esa amplitud de horarios de los comerciantes asiáticos que tantas ampollas ha levantado entre los profesionales autóctonos. «Yo no dejaría a nadie abrir un negocio si no hace un curso previo sobre la lengua y la legislación», sugiere. «Vienen de un país sin reglas y allí solo sobrevive el que más trabaja», responde Esnaola, quien recuerda que los chinos «apenas cometen delitos y no piden ayudas, así que «pasan inadvertidos. Pero es verdad que deberían ser más transparentes», pide. Hace apenas dos meses, en el marco de la visita que realizó a la Exposición Universal de Shanghai, el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, también elogió el espíritu de trabajo del pueblo chino. «Empujan con una fuerza ciclópea, me ha impresionado su férrea voluntad por progresar», precisaba. En la calle también se ve el esfuerzo. «Agur! Hasta la próxima», se despide Xue Zheng desde su cafetería en Barakaldo, mientras sirve sendos blancos a dos clientes de toda la vida. Cuentan ellos que a su anfitriona le gusta la lubina y que la pasada Semana Santa visitó Ávila. También le preguntan por su hijo. «¡Va a ser el primer alcalde chino de Barakaldo!», auguran. Tiempo al tiempo.

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