Las prostitutas toman la palabra: "Por la noche no molestamos a nadie"

Diario Sur, GEMA MARTÍNEZ gemamar@diariosur.es, 22-01-2011

Lleva unos pantalones blancos nada ceñidos, una rebeca naranja tirando a color salmón y una gran pañoleta que le cubre el cuello, los hombros y parte del pecho. Así vestida, podría decirse que acaba de salir de una entrevista de trabajo. Podría ser maestra a o trabajadora social. Se llama Luna López Jurado y lleva nueve años ejerciendo la prostitución en el Polígono del Guadalhorce. « Te vamos a denunciar si no te vas de aquí en una hora», dice que le dijeron el jueves por al tarde agentes de la Policía Local. «A la hora volvieron. Me dijeron: te estás resistiendo a la autoridad. ¿Por pasear? les contesté».

Luna López dice que va a seguir en el polígono, aunque la denuncien y que si eso llegara a ocurrir, llevará la sanción a la abogada de la asociación Mujer Emancipada, para que la recurra. Ella ha sido nombrada la portavoz de las mujeres españolas que ejercen la prostitución. Hay también una portavoz de las subsaharianas, una de las mujeres rumanas, otra para las latinoamericanas y una más para las travestis y transexuales. En la reunión que acaban de celebrar han decidido que van a pedir una cita con el concejal de Participación Ciudadana, Julio Andrade. Ellas y él. «Para hablar de esta zona, de aquella zona (por la ubicación frente a Arraijanal), de la policía, del trabajo, de todo», dice Luna.

Identificación

«Entonces, si tú ahora estás hablando conmigo así, apoyada en la ventanilla del coche, ¿es que estás ejerciendo la prostitución?» El hombre está que trina. La Policía Local le acaba de pedir la documentación y se la ha llevado. También se ha llevado el carné de su acompañante, el conductor, que mira y vuelve a mirar el móvil: «Solo me he parado a contestar una llamada. Entonces las chicas se han acercado», repite el conductor. Los hombres dicen que son comerciales, que tienen familia, que no estaban negociando nada de nada y que no saben qué va a pasar. La cosa funciona así: la policía primero identifica y después, si vuelven a reincidir, ya multan. Les han interceptado en un punto de la carretera Azucarera Intelhorce, y ahora su coche está parado unos pasos más allá del coche de la Policía Local y unos pasos mas atrás de dos chicas rumanas, a la que los agentes también les han pedido la documentación.

Desde que comenzó la semana, la policía local se ha empleado a fondo en el polígono. También por la noche. Es raro encontrar a alguna mujer a la que no hayan informado, advertido e incluso identificado. De hecho, el jueves por la mañana, los agentes, que en algunos casos van de paisano, interpusieron más de una quincena de multas.

«Antes de que nos quitaran a nosotras de aquí tendrían que haber preparado algo», dice una de las chicas rumanas, que se afana en ratificar la versión del conductor. Ella tiene solo veinte años y lleva dos ejerciendo en el polígono. Llega sobre las diez de la noche y se va a la cinco o las seis de la mañana. Antes sacaba mucho más pero ahora, con la crisis y las ordenanzas, calcula que no llega a los mil euros al mes, a ocho horas la noche.

«¿Y qué hago?». Eso le ha preguntado al agente que le repetía, en un tono muy elevado, que no podía estar más allí. «¿Me voy a casa sin dinero? ¿Con qué pago el alquiler? Nadie para, porque están asustados. Tienen que dejarnos un sitio. ¿Molesto a alguien de pie, aquí trabajando? Mira el negocio: está cerrado».

Frente a ella hay una gran nave industrial cerrada. Lo mismo ocurre con casi todos los negocios situados en las calles frecuentadas por las mujeres: Alejandro Casona, Esteban Salazar Chapela, Hermanos Bronte, Herman Hesse… Aunque de noche, el nombre de las calles no se ve y las indicaciones que da Tatiana García, portavoz de las mujeres latinoamericanas, para explicar el polígono, tampoco hacen referencia a ellos: «La esquina a la izquierda de la gasolinera es la más concurrida. En esa otra esquina hay chicas de polonia y más allá está la zona de las subsaharianas».

No tienen porqué ser todas de la misma nacionalidad, pero sí todas se ponen siempre en el mismo sitio. A medida que el recorrido se aleja de la gasolinera hacia el perímetro, el polígono parece más desierto. Ahora hay una, dos, a lo sumo tres mujeres en calles en las que antes había decenas. «Tampoco hay apenas coches», hace notar Tatiana. En todo el recorrido, solo se ve una fogata.

«Necesitamos comer todos los días», dice la portavoz de las mujeres. «No nos quieren aquí pero ¿de qué comemos?», pregunta Indara, trece años ejerciendo en la calle. «Los clientes no vienen, los ingresos han bajado. A nosotras no nos dan trabajo», afirma una transexual de 23 años. «Dicen que salgamos de aquí, pero no dan una solución», repite una joven búlgara de 20 años.

«Me han puesto una multa. Por ir desnuda. Dicen que son 800 euros. Por eso me he vestido». Tiene 23 años. Es transexual, de Estepona, y después del apercibimiento y de la sanción parece recién salida de un examen de derecho . Vaqueros, camiseta de manga corta, cazadora vaquera y unas gafas negras y cuadradas que le dan un aire intelectual. «Estoy negra», resume.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)