El laboratorio de Salt

La Vanguardia, , 18-01-2011

SALT es un pequeño municipio de la provincia de Girona que en el último tramo del siglo XX registró un fuerte incremento de población. Entre 1960 y 1990, triplicó su número de habitantes, superando los 21.000. Actualmente, tiene unos 31.000, un 43% de los cuales – y esta es una de las mayores tasas de España-son emigrantes.

La convivencia no es sencilla en ciudades que han experimentado transformaciones tan importantes en tan poco tiempo. Menos aún en épocas de crisis. Salt lo sabe bien: hace menos de un año fue escenario de enfrentamientos entre residentes nativos y de origen foráneo. Y, a partir del viernes, ha sufrido otros incidentes. Esta vez, relacionados con las protestas juveniles que han seguido al accidente de un magrebí de 16 años que cayó de un quinto piso – está hospitalizado, grave-cuando era perseguido por la policía, que le sorprendió en un ciclomotor al parecer robado. Este suceso desencadenó protestas ante la sede de la policía local, y en las noches del viernes y del sábado se quemaron cinco coches, siete motos y nueve contenedores.

Estos últimos incidentes guardan un preocupante parecido con los que en el 2005 conmocionaron suburbios de París y otras ciudades francesas. Entonces los desórdenes se derivaron también de la suerte corrida por dos adolescentes que huían de la policía y que, en aquella ocasión, fallecieron electrocutados en el transformador donde se ocultaron. Y encontraron un espeso caldo de cultivo en la frustración acumulada por jóvenes emigrantes de fallida inclusión social, pese a pertenecer a una segunda y tercera generación francesa.

Los últimos incidentes de Salt remitieron en la noche del domingo, merced al despliegue policial solicitado por la alcaldesa Iolanda Pineda. Cabe considerar acertada esta medida, porque lo prioritario ante una hemorragia es contenerla. Pero para seguir pacificando los ánimos y conseguir que la tranquilidad y la seguridad vuelvan a las calles de Salt, como todos deseamos, no basta con eso. Conviene además que las instituciones reparen en que Salt no es un caso aislado, y que lo que allí ocurre no es su problema exclusivo, sino cuestión que a todos nos atañe. Salt es, en este sentido, un laboratorio: una ciudad donde coinciden elementos muy delicados, y que requiere, al tiempo, atención a las presentes urgencias y visión de futuro; delicadeza para establecer cierta armonía y firmeza para frenar la delincuencia; mejor educación y mejor justicia… El reto que afronta Salt es de gran complejidad. Pero si no se resuelve con pericia y recursos puede ser la antesala de problemas mayores para el país.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)