Matanza en un acto político en Tucson

El País, ANTONIO CAÑO, 09-01-2011

Giffords, que recibió el impacto de un tiro realizado a muy corta distancia, fue operada de urgencia al llegar al hospital y se encontraba anoche bajo los efectos de la anestesia en condición crítica, aunque los médicos eran optimistas, dentro de la gravedad de su estado, sobre su evolución. El resto de los heridos estaban estabilizados, aunque algunos aún en situación grave.

El presidente Barack Obama compareció en televisión para condenar el ataque – “inaceptable en una sociedad libre”, dijo – y asegurar que se averiguará lo ocurrido. “Vamos a llegar al fondo de esto, vamos a resolver esto”, prometió. El recién elegido presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, se declaró “horrorizado por este ataque sin sentido”. “Un ataque contra un servidor público es un ataque contra todos los que prestamos servicio público. Este es un día triste para nuestro país”, comentó el líder republicano.

El atentado contra Giffords, apenas tres días después de que tomara posesión de su cargo en un nuevo Congreso dominado por la oposición republicana, reproduce en este país escenas de violencia política que han acompañado dramáticamente a esta democracia desde su nacimiento. De nuevo, el tiroteo de un líder político pone sobre la mesa algunos aspectos siniestros de esta sociedad, de ciertos individuos y del efecto, sin duda indeseado, que el fragor del debate ideológico puede llegar a tener en mentes enfermas o fanatizadas.

No hay aún una versión oficial sobre las causas del ataque contra esta mujer de 40 años dedicada durante casi toda su vida a la política. Numerosos dirigentes de su propio partido y del rival lo han condenado sin paliativos, incluida la ex gobernadora Sarah Palin, que se encontraba en sus antípodas desde el punto de vista de las ideas. Tampoco existe por el momento ninguna razón para pensar en un complot. Se trata, probablemente, de un hecho aislado y solo conectado al pensamiento político de Giffords en la medida en que hasta los actos más abyectos buscan una justificación que les dé sentido.

Giffords había sido amenazada de muerte en el pasado. En 2009, la policía detuvo en uno de sus mítines a una persona en posesión de un arma de fuego. En meses recientes, habían tiroteado los cristales de su oficina en Tucson y se habían recibido allí llamadas anónimas repudiando las actividades de la congresista, perteneciente al sector moderado del Partido Demócrata pero defensora del aborto y de la investigación con células madre y contraria a la polémica ley de Arizona contra la inmigración ilegal, tres asuntos que enardecen el fanatismo.

Aunque la gobernadora de Arizona, Jan Brewer, una republicana muy conservadora, la definió personalmente como “una amiga” y políticamente como “una defensora del bipartidismo”, es lógico que Giffords tuviera rivales en el Partido Republicano, especialmente después del extremismo adquirido entre la oposición por el extremismo del Tea Party.

Giffords aparecía en un lista que Sarah Palin hizo pública el año pasado sobre los enemigos a batir en las elecciones de noviembre de 2010. Aunque la grosera presentación de esa lista – con dianas apuntando a los Estados de los congresistas mencionados y el ominoso título de “No se retiren, recarguen” – provocó las iras justificadas de muchas personas, la lista se refería a 20 congresistas que habían votado a favor de la reforma sanitaria y que pertenecían a distritos ganados por los republicanos en las presidenciales de 2008, es decir susceptibles de ser recuperados por la oposición en 2010.

Especulaciones y conexiones similares van a ser inevitables hasta que la investigación avance. Es indiscutible que el clima político en Estados Unidos se ha envenenado desde la aparición del Tea Party y, aunque este múltiple crimen sea únicamente la reacción individual de un personaje atrabiliario que llenaba Internet con absurdas reflexiones, el debate sobre la responsabilidad de la clase política está servido.

Entre otras razones porque el principal objetivo del ataque, Giffords, era una política en activo que, en el momento en que casi pierde la vida, cerca del mediodía de ayer, participaba en un acto político en el supermercado Safeway, un centro muy popular al que durante el fin de semana acuden millones de personas en todo el país. Era el primer acto al que acudía desde su ajustada reelección en noviembre del año pasado para un puesto en la Cámara de Representantes. Formaba parte de una campaña denominada El Congreso en tu Esquina, con el que la parlamentaria pretendía acercar su gestión a las preocupaciones de los ciudadanos. Más que un discurso, la parlamentaria preguntaba al público sobre sus problemas y sus necesidades, y respondía a sus inquietudes.

Poco más de un centenar de personas se encontraban junto a Giffords en el momento del atentado, entre ellas una docena de colaboradores que forman parte de la lista de heridos. Tras la confusión desatada por los disparos, probablemente realizados con un fusil automático de esos que se venden legalmente en Arizona, la congresista fue trasladada posteriormente en helicóptero hasta el hospital de Tucson en el que tratan de salvarle la vida.

Giffords no gozaba de gran relevancia en la política nacional pero sí era conocida por su actividad a favor de causas progresistas en Arizona. Durante el último año fue particularmente activa en relación con los asuntos migratorios, aunque siempre buscó conciliar los derechos de los inmigrantes y la necesaria seguridad fronteriza. Era querida entre las organizaciones de inmigrantes pero no odiada por sus contrapartes.

La última comparecencia pública de Giffords fue este mismo viernes en una entrevista en la cadena Fox en la que defendió su primera propuesta como congresista reelecta: la reducción del salario de los miembros del Congreso, un asunto al que ahora dedicaba la mayor parte de sus esfuerzos.

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