ANÁLISIS

Efecto bumerán

La Vanguardia, Josep Playà , 07-01-2011

Los datos sobre menores inmigrantes que llegan solos a Catalunya dicen que su número se ha reducido. Lógico, dada la situación de crisis y los controles impuestos en el Estrecho. También se ha reducido la llegada de pateras. Al mismo tiempo se sabe que llegan menos menores marroquíes pero crece el número de subsaharianos.

Y se detecta una mayor presencia de chicas, presa fácil de las mafias de la prostitución (¿algún día exigiremos que se ponga fin realmente a esas redes que las esclavizan sin importarles edad o nacionalidad, a menudo exponiéndolas en las carreteras para vergüenza de todos?).

Pero más allá de cifras y etiquetas, importa el fenómeno. Si el debate sobre los cupos y flujos migratorios tiene un punto de hipocresía, porque se trata a personas como si fuesen bienes, en el caso de los menores adquiere tintes dramáticos. Y no es de fácil solución. Casos como el de Lhoussaine tienen doble vertiente: por un lado, invitan a pensar que existen salidas en esos túneles; por otro, tienen un efecto bumerán, porque otros jóvenes a miles de kilómetros creerán que esa oportunidad no se la dará nunca su país de origen. Y ellos, como todos los niños, tienen derecho a soñar, aunque las posibilidades de que otros exploten ese sueño o simplemente revienten ese globo de esperanza son mucho mayores.

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