Solidaridad en la alta cocina

La nueva AVENTURA de Lhoussaine

El restaurante Mugaritz incorpora a un joven marroquí que no tenía empleo ni vivienda

La Vanguardia, CRISTINA JOLONCH - Barcelona , 07-01-2011

Lhoussaine Fingoun le faltaban tres meses A para cumplir los 16 años cuando decidió dejar a su familia en Marruecos y subirse a una patera rumbo a España. Su historia, como la de muchos MENA (menores extranjeros no acompañados), está plagada de obstáculos: tras un periplo por centros de menores en diferentes ciudades, tuvo que abandonar el último al cumplir la mayoría de edad y acostumbrarse a vivir en la calle, peripecia que, según explica, casi siempre compartió con algún amigo, “porque es mucho más peligroso encontrarte solo”.

Mientras estuvo tutelado por la Administración no consiguió que le arreglaran los papeles. Confiesa que para hacerse con el primer permiso de residencia compró un contrato de trabajo por 1.300 euros a un tipo con el que en realidad jamás llegó a tener una relación laboral. Y que en una ocasión sus padres pidieron un préstamo a un pariente que había emigrado a Francia para que él regresara a casa. Pero cuando volvió a encontrarse con los suyos se dio cuenta de que poco podía hacer por ellos sin dinero, por lo que volvió a probar suerte en España. Trabajó una temporada en los invernaderos de Almería. Luego pasó por Alicante, Valencia o Bilbao, pero en ninguna de aquellas ciudades las cosas le fueron bien. “Con los 18 euros que me quedaban, compré algo de comida y gasté los últimos seis euros en un billete para San Sebastián. Al llegar me pareció que era una ciudad hermosa”. Allí vivió cuatro meses en casas abandonadas, en un cajero oal raso. Cuenta que una noche en que iba a quedarse con un amigo en una casa desocupada, este tuvo un mal presentimiento y decidió dormir en la calle. Esa madrugada a él lo despertaron los golpes de la policía. A raíz de aquella agresión se puso en contacto con SOS Racismo, de la que asegura haber recibido un gran apoyo.

La suerte de Lhoussaine cambió el día en que el cocinero donostiarra Andoni Luis Aduriz, cuyo restaurante Mugaritz (Errenteria) está considerado uno de los mejores del mundo, se interesó por su historia y le ofreció, nada más conocerle, la oportunidad de incorporarse a su equipo. Desde finales del pasado mes de junio comparte la vivienda anexa al restaurante con los cocineros y camareros en prácticas procedentes de todo el mundo que llegan para formarse durante un tiempo a las órdenes de Luis Aduriz. Susana Nieto, mano derecha del chef, cuenta que “a la semana de estar aquí se sabía la carta y mostró un interés tan increíble por aprender que enseguida era uno más de nosotros”. También Joserra Calvo, jefe de sala que durante los últimos meses se ha ocupado personalmente de su formación como camarero, elogia la capacidad de aprendizaje y las ganas de mejorar de Lhoussaine, que atiende las mesas con una gran profesionalidad. Hace unos meses no sabía lo que era la alta cocina ni que existiera un mundo de aromas, sabores o texturas. “Pensé que era un mundo de ricos. Pero lo que más me impresionó al principio es encontrarme entre personas que me trataban como en mi vida nadie lo había hecho”. Hay días en que siente cierta tristeza por los amigos que siguen en la calle (a alguno lo ayuda económicamente), e incluso ha llegado a pasarle por la cabeza que no merecía la suerte que ha tenido. “Aquí no regalamos nada”, explica Luis Aduriz, quien asegura que si él no lo hubiese dado todo, hoy no estaría donde está. “Mugaritz funciona con el trabajo de 60 personas y el fallo de una sola de ellas estropearía el esfuerzo de todo el equipo”.

El chef considera a Lhoussaine un ejemplo de superación. “Aunque parezca mentira, él nos está dando mucho más de lo que nosotros le podamos dar a él. Amí me ha tocado ser el motor, y ver cada día sus ganas incansables de aprender y su sonrisa me contagia ilusión”. “Nosotros – concluye Susana Nieto-vemos problemas donde no los hay. Él no”.

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