Carpintero en paro en el servicio doméstico

Con la historia de Marcelo Padilla, un boliviano que de carpintero en paro pasó a trabajar en el servicio doméstico, concluye la serie de reportajes sobre personas que superaron la crisis

Diario de Navarra, RUBÉN ELIZARI . PAMPLONA, 07-01-2011

L A crisis acaba con los sueños de millones de inmigrantes", se podía leer en un diario de tirada nacional donde se explicaba que este colectivo ha sido uno de los más perjudicados por la crisis. La situación económica y las adversidades no han podido con los sueños de Marcelo Padilla Cirez, boliviano de 32 años, ni con los de Rosana Tapia de Lara, boliviana de 40 años.
Ambos son compañeros de piso y no sólo tienen en común su procedencia sino también el haber conseguido rehacerse después de perder su empleo. El primero de ellos ha roto con los estereotipos al reincorporarse al mercado laboral trabajando en el servicio doméstico, y la segunda, también ha vuelto a trabajar al terminar su contrato en su anterior empleo.

La historia de Marcelo empieza el día que decidió dejar atrás todo lo que había sido su vida hasta entonces: a su madre Delia, viuda y enferma de corazón, a sus cuatros hermanos, menores Claudia, Jorge, Jhonny, Natalie, sus amistades y las calles de su ciudad natal, Cochabamba. Marcelo Padilla Cirez aterrizó en Pamplona un 10 de agosto de 2006 para vivir el sueño dorado del inmigrante. Trabajar para prosperar, poder pagar los gastos hospitalarios derivados de la enfermedad cardiaca de su madre (en Bolivia la seguridad social no los sufraga) y reunir el suficiente dinero para que sus hermanos pudieran recibir una buena educación: “No tengo ningún título. Sé que sólo puedo optar a los trabajos de base”, explica. Rosana, que llegó a España el 17 de octubre de 2006, coincide, y habla de sus hijas Laura, de 17 años, y Joseline, de 13.

La vida de Marcelo y de Rosana en Pamplona fue la misma que llevaron otros tantos compatriotas suyos. Desde el primer día comenzaron a buscar un empleo con el que convertir en realidad su sueño. Y durante un tiempo lo consiguieron. Marcelo comenzó haciendo chapuzas, también trabajó como peón de albañil en el sector de la construcción, de pintor y de jardinero. Y Rosana, encontró una familia que la acogió y donde empezó cuidando a una persona mayor hasta que falleció.

El último trabajo que consiguió Marcelo fue en una carpintería. Todo parecía ir bien. Hasta que la crisis cerró la carpintería. Para entonces, finales de 2009, la palabra crisis ya era la preocupación de millones de personas. Marcelo asegura que siempre fue optimista. De hecho, pensaba que esta vez sería parecida a las otras ocasiones en las que sus contratos habían expirado. Daría un par de voces entre amigos y conocidos, visitaría empresas, y volvería a trabajar. Pero esta vez algo fallaba. “Visitaba polígonos y polígonos, pero nada. Gracias a los amigos conseguía algún trabajo de un día o dos días en mudanzas, chapuzas… pero poco más. Había que pagar alquiler, ropa, mandar dinero… En momentos como éste, donde todo te va mal, sí, claro, piensas en volver a tu país, estar con los tuyos, y al menos, saber que lo intentaste”.

Marcelo nunca se rindió. Llegó a viajar hasta Sevilla para trabajar una temporada como camarero. Como su búsqueda de empleo no prosperaba, decidió emplear su tiempo en ser voluntario en la iglesia de San Miguel de Pamplona. Aquí, después de casi un año en paro, volvía a aparecer la luz, el sueño volvía a cumplirse. Lo mismo le pasó a su compañera de piso, Rosana. Ha vuelto a trabajar días sueltos con la misma familia: “Se han portado genial conmigo. Tenemos una gran relación”.

“He vuelto a trabajar”

“Oye, hay un puesto en el servicio doméstico. Se trata de cuidar a una persona mayor. ¿Qué te parece?”, le dijo un amigo a Marcelo, que confiesa que al principio esa proposición le sonó extraña. Pero probó .Primero empezó trabajando alguna tarde, después, días enteros, y al final, obtuvo una jornada laboral completa. Marcelo lava, plancha. Pero sobre todo, tiene un trabajo. Como él dice, su sueño, sigue vivo.

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