Al raso por los papeles

Las Provincias, J. BATISTA | VALENCIA., 05-01-2011

El polígono Vara de Quart de Valencia, donde se sitúa una de las comisarías de Extranjería de Valencia, se ha convertido en un espacio para dormir al raso. No es por gusto. Se trata de la cola para tramitar y recoger los permisos de residencia para extranjeros comunitarios y de terceros países. Los que guardan su turno deben dedicar hasta un día entero para ser atendidos, noche incluida, ante el aluvión de personas que se concentran a primeros de año.

Al menos tienen un consuelo. Los que pernoctan estos días tienen garantizada la renovación a falta de los últimos trámites, como estampar su huella dactilar antes de ser citados 40 días después para obtener su tarjeta de residencia. Son, de alguna manera, privilegiados, teniendo en cuenta que 2010 se ha convertido en el peor año para conseguir la prolongación de los permisos, que en la inmensa mayoría de los casos, van ligados al trabajo. Hay que recordar que es necesario cotizar un número determinado de días para poder optar a la renovación. Y no conseguirla es caer en la ilegalidad, con la correspondiente pérdida de derechos, entre ellos, a moverse libremente por España.

«Hay gente que llegó ayer (por anteayer) a las 18 horas y tienen cita para la tarde, por lo que están esperando un día entero», explica Rodolfo, que guarda su turno para dejar la huella dactilar. Está de enhorabuena porque ha conseguido la residencia permanente tras cinco años de residencia legal.

El primer paso de un inmigrante que llega a la comisaría es pedir su turno. Son los propios particulares los que establecen listas por orden de llegada que luego pasan a los agentes de la puerta. Y el que se va a casa tras conseguirlo pierde su oportunidad, de ahí que en plena madrugada se puedan ver decenas de personas soportando el frío.

Es lo que le sucedió a un matrimonio que ayer por la mañana esperaba su turno vespertino. «Hemos pasado la noche en el coche – explicaba el varón – pero mucha gente no tiene otra opción», explicó. Su mujer, que esperaba para conseguir la residencia por arraigo social, destaca los graves problemas que ha propiciado la crisis para el colectivo. «Conozco casos de familias enteras que se han acogido a los programas de retorno voluntario, cuando antes nadie los pedía», señala. A su lado, una señora buscaba al encargado de la lista para el día siguiente (hoy), visiblemente enfadada. «Somos personas, no animales», decía, criticando las precarias condiciones de espera.

Según los últimos datos actualizados del Ministerio de Trabajo, 24.000 extracomunitarios perdieron su permiso de residencia durante 2010, algo inédito tras años de aumentos continuados.

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