Internacional

Juani, una sevillana entre los 6.000 okupas de Buenos Aires

El día que Juani salió de Sevilla nunca imaginó que terminaría acampada en un bosque rodeada de miles de inmigrantes peruanos, paraguayos y, como su marido, bolivianos

ABC, carmen de carlos / corresponsal en buenos aires, 16-12-2010

Cuando llegó la orden de retirada, los cerca de seis mil okupas del campamento del Parque Indoamericano desmontaron las tiendas de campaña, sacudieron a patadas los chamizos y abandonaron sus tenderetes en un abrir y cerrar de ojos. El Gobierno peronista de Cristina Fernández de Kirchner y el municipal del conservador Mauricio Macri, habían llegado a un acuerdo: pagarían a medias un programa de viviendas para dar techo a los que no tienen. Por fin, se firmaba la paz tras la última invasión de pobres, de inmigrantes y de pícaros, que de todo había en ese descampado.
El rastro dejado sobre aquellos terrenos del sur de Buenos Aires lo marca una treintena de heridos, tres ó cuatro muertos el último aparece y desaparece de los registros cada día y la certeza, una vez más, de que la mecha del contagio de los sin tierra se prende con una chispa. En el Parque, abandonado de la mano de la ley, la semana pasada se pasó en un puñado de horas de trescientas familias a cerca de seis mil (con los familiares de fuera, unos trece mil). En apenas un par de días, una decena de espacios públicos y privados sufrieron el asalto de otros centenares de sin techo. Al paso que iban ayer no se salvaba ni La Boca, donde fueron desalojados por la fuerza. Otros, ahora, se han censados para los subsidios.
Rodeada de machetes y pistolas
El día que Juani salió de Sevilla nunca imaginó que terminaría acampada en un bosque rodeada de miles de inmigrantes peruanos, paraguayos y, como su marido, bolivianos. Tampoco que pasaría casi dos semanas a la intemperie, rodeada de gendarmes y, en varias ocasiones, acorralada por la furia de vecinos que, pistola, machetes y garrotes en mano, entrarían a sangre y fuego para expulsarles.
“Fui de las primeras en llegar. No creí que iba a ver muerte. No sabía por donde tirar y escapé por abajo, por la salida de la vía del tren”, recuerda. Casada con Sergio, el hombre se ganaba la vida, como miles de compatriotas suyos, en talleres clandestinos de costura, “doce horas sin parar, de sol a sol, por 700 pesos (no llega a doscientos euros)”, interviene. La situación del matrimonio la resume Juani: Vivo con mi suegra en Villa Lugano (barriada de chabolas próxima), en una habitación donde dormimos los tres. Quiero una vivienda digna. Mi marido vino a Argentina de chiquitito y aquí se ha dejado la piel trabajando.
Andaluza con el acento perdido por el tiempo, Juani dice que está “dispuesta a pagar”, aunque no tiene modo de vida, “padezco asma desde que estuve dos años en La Paz, donde nos casamos hace tres. Desde entonces –protesta- espero el libro de familia del Consulado de España pero dicen que perdieron un papel”. Precavida, evita dar su apellido, “porque luego no consigues una hipoteca en ningún país”, asegura. Conoció a Sergio por internet, “nos vimos cuatro ó cinco veces antes de casarnos”, recuerda. No tienen hijos, “porque me queda un poco de mente para pensar”, dice tocándose la sien. Con lágrimas en los ojos, a veces, añora su Aljarafe natal pero, “estoy aquí por amor. Mi madre, asegura mientras me vea feliz y bien no se preocupa pero yo quiero un futuro mejor”.
Al menos dos años de residencia
El acuerdo entre los Gobiernos nacional y municipal pone como condición que los beneficiados tengan, como mínimo, dos años de residencia en Argentina, excluye –como quería Macri- a aquellos que en el futuro invadan otros terrenos tanto para acceso a viviendas como para planes sociales, subsidios que mantienen a media población desde hace una década. Muy a su pesar el peruano Carlos Albites, de 20 años, quedará fuera de la oferta oficial.
“Llevo seis meses en Argentina. Dicen que Perú está bien pero hay mucha competencia. Los vecinos nos avisaron de la invasión y vinimos todos de frente”. Oriundo de Trujillo, antes de conocer que iba a salir igual que entró, con las manos vacías, celebraba, “la Presidenta Cristina Kirchner nos apoya, está con nosotros, tenemos derecho a una casa y ella nos quiere dar un subsidio de diez mil pesos pero Macri no quiere, no quiere villas (barrios de chabolas). Voy a dar la pelea hasta que nos den la respuesta”.
Concepción, nacida en La Paz, se enteró por la televisión de que había campo libre, sin Policía, para instalarse en el Parque del barrio de Soldati el martes pasado, después de que se retirasen los Federales y la Metropolitana. “Vivo acá desde 1999, tengo dos chicos de 12 y de 5 años, su padre no sé dónde está. Soy costurera pero vendo ropa en la calle, pago mil pesos por una pieza (habitación). No tengo más horas para trabajar y no tengo nada. Si por ese dinero pudiera lograr una casa, pagando los años que fuera…”, reflexiona. “Necesito resolver mi problema –añade-. Evo Morales ofrece tierras pero no trabajo. ¿Los muertos? Unos dicen que fue gente de Macri y otros de Cristina (Kirchner) y hasta de la Policía. No se sabe”, dice esta mujer de 32 años.
Tiraban con armas de fuego…
En la ladera de un costado de lo que fuera un campamento parecido al de los refugiados, Brian, de unos 20 años, hace guardia en su tienda de campaña. Nació en Tingo María cuando esa zona de la selva peruana era territorio de Sendero Luminoso, el movimiento terrorista más sanguinario de América Latina. “Los sufrí mucho de niño, nos pegaban a todos, nos hacían cantar sus himnos, recuerda.
“El viernes esto me recordó mucho aquella época. Entonces estaba indefenso pero ahora pude luchar. Luchamos contra 200 personas, tiraban con armas de fuego… pero les hicimos frente”, dice orgulloso. Eran los vecinos de Soldati, donde está el Parque. Se tomaron la justicia por su mano. Querían borrar el potencial barrio de chabolas que aumentaba por horas. Al día siguiente, el Gobierno de Kirchner envió a la gendarmería y a Prefectura, dos fuerzas especiales. “Llevo tres años aquí, no tengo DNI argentino, no puedo comprar ni alquilar piso en blanco. A lo mejor, por fin, gracias a la ocupación tengo un poco de suerte”, comenta Brian.
Uno tras otros los okupas del Parque Indoamericano contaban que llegaron avisados por los vecinos, por los “punteros” (cabecillas barriales peronistas), por el efecto llamada de la televisión que contaba que el Gobierno de Cristina Kirchner no mandaba la Policía Federal o que Macri se declaraba desbordado por la situación y confesaba que sus agentes Metropolitanos no estaban formados para esto. Entre ellos, la voz autorizada para entrar y para salir fue la del militante kichnerista Alejandro Salvatierra, líder de la revuelta, el mismo que ayer dio la orden: Todos de vuelta a su casa. Y así fue.fin

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