EL ZOO DEL SIGLO XXI MERZOUGUI/ LAMDASSEM Lamdassem, plata en el Europeo de cross, acogió en nuestro país a Merzougui, oro en júnior. Amigos, con una historia común y unidos también por el éxito

De la patera al podio

El Mundo, EDUARDO J. CASTELAO , 13-12-2010

Enviado especial / Albufeira

Las palmadas en la espalda, prolongación del abrazo, se comieron la megafonía del circuito de cross de Albufeira, mecidos los pinos por una suave brisa y también por la sonrisa, enorme, de Abdelaziz.

Oculto el sol, quien lo abraza es Ayad, algo así como su Aladino desde diciembre de 2006, cuando abandonó a sus padres, a sus cuatro hermanos pequeños, y se subió a una patera para buscarse la vida, según sus propias palabras.

Abdelaziz se apellida Merzougui, tiene 19 años y ayer logró, abriendo fuego, la medalla de oro en categoría júnior del Campeonato de Europa de campo a través. Ayad se apellida Lamdassem, ya ha cumplido los 29 y tres horas después lograba la medalla de plata, ya con los mayores, a la vera del Atlántico.

Ambos nacieron en Marruecos. Lamdassem, el mayor, en Sidi Ifni, antigua colonia española. Merzougui, el pequeño, en Guelmin, la puerta del Sáhara. Lamdassem, el mayor, era estudiante de Económicas en su país y aprovechó un campeonato universitario de cross en Santiago de Compostela para huir saltando por el ventanuco de un hostal junto a otra media docena de compañeros. Era 2002. Merzougui, el pequeño, mal estudiante, se subió a una patera, junto a un amigo, con 15 años, pagó 600 euros, pasó 36 horas en ella, sin dormir, mojándose, y llegó a Lanzarote con 30 euros y un número de teléfono. Era 2006. Abdelaziz lo marcó. Respondió Ayad. Horas después, el mayor iba a buscar al pequeño al aeropuerto de Barcelona y lo instalaba en su casa de Lérida.

Su historia es la de muchos inmigrantes que atisban en Europa un futuro mejor. Ambos lo han conseguido. Comparten confidencias en Lérida, a las órdenes de Antonio Cánovas. Ahora Abdelaziz, cuarto en 3.000 obstáculos en el último Mundial júnior de Canadá, ha tenido que buscarse un piso con otros compañeros porque claro, Ayad «ya es mayor, está casado y tiene niños».

Se ha asentado, tiene novia, ya no recuerda los 10 kilómetros que corría a diario para ir al colegio. Ése era todo su atletismo. A día de hoy, ya lo pueden decir, han conseguido un futuro mejor.
«En Marruecos no hubiese podido vivir del atletismo», explica Lamdassem, español en toda regla desde 2007, cuarto en los 10.000 metros del pasado Europeo de Barcelona. «Yo soy feliz porque, aunque no puedo ver a mi familia mucho, una o dos veces al año, con el dinero que les mando sé que ellos están bien», refiere Merzougui, que cobra en torno a 12.000 euros al año entre la beca y lo que le paga su club, el Camargo de Cantabria. «Es un portento», en palabras de José María Odriozola, el presidente de la Federación, meditabundo ayer y con las ideas muy claras sobre lo que va a decir hoy en su rueda de prensa sobre la operación Galgo.

Porque claro, lo que ha pasado en el mundo del atletismo desde el jueves estaba presente en Albufeira. Merzougui sale del control antidoping con una sonrisa. «Nada, he ido, he pasado el control y tranquilo», cuenta con una sonrisa, igual que su padrino, que debió cumplir el trámite poco después. «Eso son problemas que tendrán que ver los que estén ahí. Nosotros no tenemos nada que temer. Está todo bien», pronuncia, en un castellano bien aceptable, Lamdassem. ¿Y la ausencia de compañeros? Respuesta similar. «Hemos venido aquí a competir, y hemos estado centrados en eso nada más».

La familia

Entrenan en Lérida, pero también, cuando deben hacerlo en altura, en Ifrane, en su país de origen, aunque ni en esas concentraciones pueden ir a ver a su familia, pues las distancias (más de 1.200 kilómetros) lo impiden. Limpieza para España justo cuatro días después de iniciarse las acciones de la Guardia Civil. Limpieza, de momento, y salvo que el futuro lleve a un nuevo desengaño.

«Hay gente honrada. Nosotros lo somos», insiste el mayor, que acude a rezar a la mezquita, igual que Abdelaziz, como buenos musulmanes. Por lo demás, uno, Ayad, vive solamente del atletismo y no piensa demasiado en el futuro. Sí lo hace, paradójico, el chaval, Merzougui, (apunten ese nombre), porque sonríe mucho cuando recuerda que le acaban de dar el diploma que le acredita como masajista profesional.

«Es que llevo el deporte dentro, ¿sabes? y para cuando me retire…», dice, mientras engulle unos higos, este español apenas desde el pasado mes de marzo. No se olvidan, ninguno de los dos, de Mohamed Marhum, 18 años, compañero generacional de Abdelaziz, su gran competidor, que hubiese peleado con él por el oro. Son el futuro de un atletismo que busca nuevas referencias. Limpias, a ser posible.

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