«El mus dará de comer a 200 pobres al día»

El Correo, SILVIA OSORIO, 10-11-2010

Juega para ayudar. El próximo domingo el BEC se llenará de grandes entusiastas del juego vizcaíno por excelencia: el mus. EL CORREO propone a todos sus lectores acudir en tropel a echar la mayor partida de mus de la historia y batir el récord actual, que está en poder de Móstoles desde 2008 con 512 parejas jugando de manera simultánea. Pero esta vez, diversión y solidaridad irán de la mano. El dinero recaudado con la inscripción – hoy es el último día para apuntarse – tiene un fin benéfico e irá destinado al centro de acogida bilbaíno Beata María Josefa. Los cuatro euros que cada participante ha depositado para formar parte del récord Guinness, servirán también para sufragar los gastos del comedor social que pertenece al centro.

«El dinero servirá para alimentar a 200 personas al día», dice sor Angélica González, una de las religiosas que se encargan de dirigir la fundación. Nada mejor que disfrutar de la partida pensando en aportar su granito de arena y levantar una sonrisa a muchos bilbaínos que lo tienen crudo para llegar a fin de mes. Una oportunidad de divertirse y colaborar. «Los más desfavorecidos necesitan de nosotros. Siempre hay algo por hacer y ésta es una ocasión estupenda», anima.

Este centro de acogida abrió sus puertas en 1996 en el número 4 de la calle Hernani, de Bilbao – en honor a la Beata María Josefa del Corazón de Jesús, fundadora de la congregación Siervas de Jesús – para albergar un comedor social y una residencia de enfermos terminales de sida. Desde entonces, el trabajo realizado ha sido duro, pero satisfactorio. Cada día acuden al comedor decenas de personas en busca de una comida caliente. La mayoría son inmigrantes, parados, jubilados que con su pensión no tienen suficiente o, incluso, trabajadores a los que no les llega su sueldo para sobrevivir. Y desde 2008, con la crisis económica, el número de visitantes ha aumentado de forma considerable: «Se ha notado bastante. Antes teníamos cerca de 120 personas, ahora vienen más de 200», explica Sor Angélica. Las cuatro hermanas cuentan con la ayuda imprescindible de una veintena de voluntarios que les ayudan a limpiar, a servir la comida, a establecer un orden en la fila o a vigilar la puerta de entrada.

Pero el centro también es el hogar para trece enfermos de sida en estado avanzado. Allí reciben atención integral durante las 24 horas del día: disponen de ayuda médica, psicológica y espiritual, comida y un lecho donde, quizá, pasen los últimos días de su vida. «Es raro que vuelvan a salir. Están aquí hasta que fallecen, pero al menos tienen una muerte digna y no en la calle, rodeados de drogas y sin nadie que les ampare», explica la religiosa.

Desde su fundación, por aquí han pasado cerca de 120 personas, la mayoría hombres procedentes de Vizcaya y con una edad media de 45 años. El edificio de seis plantas tiene trece habitaciones individuales y varios espacios comunes. El lugar de encuentro es la sala de estar, donde cada tarde los residentes se reúnen para divertirse y olvidar su delicada situación al menos por unas horas. «Mantenerles entretenidos es básico», asegura. Los voluntarios y los miembros del equipo organizan actividades de todo tipo y cada día hay una diferente: juegos de mesa, talleres para ejercitar la memoria, de manualidades o la proyección de películas sobre las que posteriormente debaten.

Al cine y de viaje

Pero es a eso de las cinco de la tarde cuando llega el momento más deseado del día: los voluntarios les sacan a pasear en sus sillas de ruedas y toman un cafecito en los aledaños del centro. Incluso, a veces se acercan hasta el puente de La Merced a observar cómo baja la ría. «Es importante que no estén siempre encerrados. Tienen que despejarse y relajarse. Respirar aire puro», subraya Angélica González.

Por eso, cada quince días les llevan al cine y también organizan excursiones. Los voluntarios les acompañan a pasar el día a algún pueblo cercano. Van en autobuses adaptados y con un asistente para cada enfermo. Las salidas suelen ser una vez al mes, aunque en verano, aprovechando los días soleados, han hecho varias: a Plentzia, Gorliz, Isla, Castro Urdiales, Laredo, Santoña… Como la mayoría de los enfermos no se pueden desplazar por sí mismos, los destinos elegidos deben ser lugares cómodos y sin muchos obstáculos. «Siempre escogemos lugares sin cuestas y que estén bien preparados para los minusválidos».

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)