La risa de la miseria

El País, PABLO DE LLANO, 01-11-2010

Los niños del Gallinero van calzados a su zona de juegos preferida porque en el suelo hay excrementos humanos. Se trata de una alcantarilla para desaguar el terreno en el que viven, limitado por las autopistas A – 3 y M – 50 y por una vía del tren de alta velocidad, zona de importantes inundaciones. La alcantarilla, que está abierta, sin tapa, tiene unos peldaños de hierro por los que bajan los críos hasta su interior, un túnel de hormigón de unos 50 metros por el que puede caminar una persona adulta. En el piso, heces y pañuelos.

- Niños, ¿pero quién hace esto aquí?

- Los rumanos – responde un chiquillo riendo.

El artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada por Naciones Unidas en 1989, reconoce “el derecho del niño al descanso y al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad”. El próximo día 20 de noviembre, aniversario de esta declaración internacional vinculante para los estados que la firmaron, España entre ellos, los voluntarios de la parroquia de Santo Domingo de la Calzada pretenden empezar la instalación de un parque infantil en el poblado chabolista del Gallinero, situado al principio de la Cañada Real, justo antes del tramo de venta de droga de este antiguo camino de ovejas que ahora es una pista de 15 kilómetros de ilegalidades.

El Gallinero, un cúmulo desordenado de chamizos, sucio, sin servicios públicos (la luz se roba de un poste de Unión Fenosa y el agua potable de una instalación del Canal de Isabel II), es un lugar en el que los niños brotan como setas. Los voluntarios de la parroquia han contado 385.

El poblado, donde solo viven gitanos rumanos, es de tierra, no tiene asfalto. En las casas no hay agua corriente. Los niños suelen estar mugrientos, pero sonrientes. “Han nacido aquí, han vivido aquí siempre”, dice Mijail, 28 años y cuatro hijos, cuando se le pregunta por la aparente dicha de los pequeños. Los padres consideran que en el Gallinero, al menos, sus hijos pueden comer todos los días, algo que ellos no tenían garantizado en su infancia en la Rumanía comunista.

Alberto, un niño de 11 años, cuenta en un buen español las atracciones infantiles del lugar. “Jugamos al pilla – pilla, al escondite, y por la noche cazamos ratas con palos. Yo solo, mato diez”. Además, disponen de la alcantarilla abierta y de un terraplén por el que se deslizan con cartones como si fuese un perfecto tobogán.

Están ilusionados con la idea del parque de la parroquia. El plan, diseñado por Zuloark y Todo por la Praxis, dos colectivos madrileños de arquitectos, es poner toboganes de verdad, reciclando los que se instalaron en la Gran Vía durante la pasada Noche en Blanco, ahora almacenados sin utilidad, y hacer un campo de fútbol y otro de baloncesto.

Junto al parque infantil se prevé construir una estructura de palés cubierta para duchas y letrinas, un proyecto realizado por el Máster de Proyecto Avanzado de Arquitectura y Ciudad de la Universidad de Alcalá de Henares. El área de juegos y la casa de baños costarían 25.000 euros cada una, dinero que han prometido una caja de ahorros y un grupo cristiano.

El día 20 se pondrá en marcha el plan, si la Administración lo permite. “Estamos a la espera de que el Ayuntamiento de Madrid nos garantice que no nos meterá las excavadoras”, explica Paco Pascual, un voluntario de la parroquia. El suelo no es suyo, y la política municipal es evitar a base de derribos que el asentamiento ilegal siga creciendo. Sin ir más lejos, la Concejalía de Urbanismo demolió varias chabolas del Gallinero el lunes pasado.

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