«¡Saca tus políticas de mi té!»

El Correo, MERCEDES GALLEGO ENVIADA ESPECIAL, 31-10-2010

Puede que el martes no voten por el partido de Barack Obama, pero ayer salieron a la calle por centenares de miles para decir al mundo que el Tea Party (Partido del Té) no es la nueva cara de EE UU. «¡Saca tus políticas de mi té!», decía una de las pancartas que los manifestantes paseaban por el Lincoln Memorial. Según sus organizadores, los dos humoristas políticos más destacados del país, lo que ocurrió ayer en Washington no era un acto político, aunque importantes medios estadounidenses hubieran prohibido asistir a sus periodistas por miedo a que lo fuera. Para ellos – ‘The New York Times’, NPR, CBS y ABC – fue el primer premio que entregó Stephen Colbert, en su papel de ultraderechista ignorante y defensor de la Marcha para mantener vivo el miedo.

Su contraparte liberal, que promovía a la vez la Marcha para recuperar la cordura, eligió para estrenar sus premios al jugador venezolano de béisbol Armando Galarraga, que juega con los Tigers de Detroit, por haber tenido la sensatez de recordar que «todo el mundo comete errores» cuando un árbitro le quitó el mérito lo que se consideraba «una jugada perfecta», para enojo de sus seguidores. Le siguió Jacob Ison, que el pasado 11 – S logró abortar la quema del Corán en Amarillo (Texas) al arrebatarle el libro de las manos al predicador David Grisham cuando estaba a punto encender la barbacoa en un parque. «¡No tienes el Corán, tío!», le dijo entre risas antes de salir corriendo.

En justa restitución, el joven de 23 años lanzó su premio al público, que no siempre lograba escuchar la parodia. No importaba que el tumulto les obligara a quedarse a varias calles de distancia. El objetivo de la manifestación no era sólo disfrutar de la sátira política que pueden ver cada noche en televisión, sino lanzar un mensaje que Betsy Boone definía así: «Somos más fuertes de lo que os creéis», amenazó.

Le hablaba a los miembros del Tea Party que desde su nacimiento hace año y medio han distorsionado el discurso político del país hasta bloquear cualquier reconciliación. Son los que acusan a Obama de ser un socialista y lo pintan con bigotes de Hitler – «Pon los bigotes donde corresponden», decía una pancarta con una imagen de Charlot – , los que sostienen que la mezquita de la Zona Cero, y a la sazón cualquier otra, será el embrión de una invasión islámica, los que creen que la sanidad pública supone instaurar «escuadrones de la muerte» para decidir en quién no vale la pena gastar dinero, o los que insisten en que Obama nació en Kenia, sin importar la partida de nacimiento expedida en Hawai.

Quienes disfrutaban ayer del sol en el famoso Mall de Washington representaban a toda la geografía del país, con un variado corte racial, pero les unía dos cosas: las ganas de pasarlo bien y su desdén por el Tea Party y el extremismo político de cualquier color. «Los políticos ya no tienen gracia y la televisión solo da voz a los que gritan más fuerte», denunciaba Brenda Vannes, que había acudido con toda su familia desde la Virginia rural. «Somos la nueva mayoría silenciosa, no la derecha de Nixon y Reagan sino la de los moderados», apuntaba su esposo John. «No se nos oye porque todo este ruido ahoga nuestra voz, pero lo que queremos decir con esta marcha es: calmaros».

«No somos enemigos»

Desde el escenario por el que pasaron Sheryl Crow, Ozzy Osbourne y Kid Rock, el propio Stewart no tenía muy claro qué es lo que estaba ocurriendo a sus pies. «Todo lo que quiero de vosotros ya me lo habéis dado: vuestra presencia», les agradeció. «Ninguno estamos muy seguros de por qué estamos aquí, pero lo que puedo decir es que no es ni para ridiculizar a la gente de fe, ni para mirar con superioridad a la América profunda», aseguró. «Sin duda son tiempos difíciles y tenemos cosas que temer, pero no es el fin de los tiempos. Podemos tenernos animadversión pero no ser enemigos».

«En cierto modo es triste que sea un humorista el único que habla con sentido», musitó Vannes al escucharle. A diferencia de muchos de sus seguidores, Stewart no acusó a las televisiones de crear el actual clima de estridencia política, pero sí advirtió que su existencia «está haciendo que sea mucho más difícil resolverlo. Si amplificamos todo no escuchamos nada. Existen racistas y estalinistas, pero eso son títulos que hay que ganarse», aclaró.

En la calle, las activistas de Code Pink que empezaron a luchar contra la guerra cuando en EE UU se consideraba antipatriota, protestaban contra la idea de que sean parte de ese ruido que ahoga a los moderados. «¿Moderados? ¿Cómo se puede ser moderada cuando tu país está matando a gente? Nosotras no estamos locas, la guerra es la locura», se defendía Medea Miller. «No cuentes con esta gente para cambiar nada, están aquí sólo para divertirse». Serán las urnas, pasado mañana, las que digan si el cambio que busca el país desde la elección de Obama llegará de manos de esta autodenominada mayoría silenciosa o de los conservadores cabreados del Tea Party, que han decidido tomar el Congreso escaño por escaño.

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