Obama corteja el voto hispano

El Correo, MERCEDES GALLEGO ENVIADA ESPECIAL, 27-10-2010

En California, Piolín no es el dulce canario amarillo que siempre intenta cazar «un lindo gatito» llamado Silvestre, sino el programa de radio en español con más audiencia en ese estado norteamericano. Su invitado del lunes fue recibido en el estudio con gritos y vítores. «¡Bravo!, ¡bravo!», coreaban los allí presentes. «¡Señoras y señores! Con ustedes, el 44 presidente de EE UU, ¡Barack Obama!».

Obama entró emocionado por la «increíble introducción», lo que no evitó que Piolín fuese directo al grano. «Le voy a dar la opción de elegir con qué tema prefiere que comience», le ofreció. «¿Está listo? A: Reforma migratoria. B: Reforma migratoria. C: Reforma migratoria. D: Todas las anteriores». Obama no se amedrentó, venía preparado para el examen: «Creo que me voy a quedar con la D, todas las anteriores», se burló el jefe de la Casa Blanca.

En la calle Broadway de Downtown Los Ángeles, Ángel, un cocinero del Rancho México ni siquiera quería escucharle. «Obama es un fracaso», atajó. «No ha hecho nada. Pensábamos que iba a cambiar las cosas y aquí todo sigue igual». Admite que solo lleva dos años, «pero es que no se le ve ni un poquito», explica con un gesto de enojo. «Ni la reforma migratoria, lo único que nos importaba a los hispanos. Pero ahora sí viene a pedir el voto, solo se acuerdan de nosotros cuando llegan las elecciones».

Los hispanos son el motivo por el que los políticos estadounidenses dejaron de pelearse por California, que pasó a ser territorio demócrata en 1994, cuando el gobernador Pete Wilson solventó sus problemas de popularidad en medio de la crisis al apelar a los sentimientos antiinmigración de los ciudadanos con propuestas como la 187, que impedía a los inmigrantes ilegales utilizar los colegios públicos, los centros médicos o cualquier otro servicio estatal.

«Wilson logró la reelección, pero su partido ha pagado un alto precio por ello. Los hispanos despertaron a la necesidad de registrarse para votar y desde entonces California es sólidamente demócrata», dice Sherry Bebitch Jeffe, experta en desarrollo político de la Universidad del Sur de California.

Los hispanos suponen casi un tercio de la población del estado, según el censo, pero sólo representan el 15% o 16% del electorado porque muchos han entrado al país ilegalmente y otros no se molestan en registrarse para votar . Entre los ausentes está Celina Alonso, una salvadoreña, que después de residir en EE UU legalmente durante 29 años como refugiada política por fin ha entendido la importancia de votar.

«Ni para pagar el alquiler»

«Antes pensaba que no valía la pena molestarme en hacerme ciudadana, pero ahora, como están las cosas, sí creo que es importante. Todo está en situación de caos, no me llega ni para pagar el alquiler de la tienda. Parece mentira que estemos en uno de los países más grandes del mundo», afirma Alonso. Como todavía no le han llegado los papeles, no podrá ejercer el derecho al voto este 2 de noviembre. Ese día, el país renovará toda la Cámara de Diputados, un tercio del Senado y 37 gobernadores, entre otros cargos. «Para las próximas estaré lista», promete Celina.

Como evangélica convencida no se siente capaz de votar a los demócratas «porque están a favor del aborto». No obstante, si le preguntan quién gobernará mejor California se inclina por Jerry Brown, quizás porque nadie le ha dicho que es demócrata. «Yo creo que el señor lo hará mejor. La señora (Meg Withman) ya se ha visto que dice una cosa y hace otra», opina.

A Withman le ha estallado en las manos el escándalo de una empleada del hogar que se encontraba en situación irregular, pese a que en los anuncios de campaña defiende mano dura contra los empresarios que contraten a inmigrantes ilegales. Para los votantes ese ha sido lo que el estratega Darry Sragow llama «el momento ¡ajá!» que define a los candidatos. Esa información fuera de guión que les permite entender quién es de verdad el personaje, más allá de lo que le venden los anuncios y las campañas de marketing. Withman es, desde entonces, una hipócrita y una falsa en la que no confían. Entre los hispanos está acabada.

«Como en California los votantes republicanos son un 13% menos que los demócratas, en este estado los republicanos no pueden ganar solo con sus votantes», explica Jeffe. «Necesitan tener al menos un 30% o un 35% de los latinos». A los conservadores les gusta decir que el electorado hispano les pertenece porque suelen proceder de familias muy tradicionales, pero su sentimiento antiinmigrante es tan manifiesto que gente como la mexicana Auria Luisa Walker tiene claro que nunca votará por ellos. «¡Ni con una pistola en la cabeza!», señala.

Y en eso consistió la estrategia de Obama en el programa de Piolín cuando le tocó defenderse por no haber llevado a cabo la reforma migratoria que prometió: «La culpa es de los republicanos». «Yo también estoy frustrado. Soy presidente, no rey», alegó.

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