política lingüística bernat joan i mari secretario de política lingüística de la generalitat de catalunya

"El cerebro admite conocer lenguas diversas; añadir una no supone renunciar a otra"

Deia, cristina tapia, 22-10-2010

donostia. Si realizáramos una radiografía de la situación del catalán hoy, ¿qué veríamos?

Veríamos una lengua con nueve millones de hablantes en el conjunto de los países catalanes, una lengua con una transmisión generacional normal, con una buena presencia en el sistema educativo y en las instituciones. Pero con problemas en el uso interpersonal. La catalana es una sociedad que ha recibido un millón de inmigrantes en los últimos diez años. Se trata de una población muy diversa desde el punto de vista lingüístico por lo que estamos ante una situación con luces y sombras, poliédrica y compleja.

¿Cuáles son las sombras más preocupantes?

Hay diversas cuestiones, pero seguramente la más complicada es cómo hacer que la normalización que se ha conseguido en los ámbitos formales llegue a los informales. Sabiendo que eso es imposible porque la sociedad es muy heterogénea lingüísticamente – el castellano es la lengua habitual del 40% de la población de Catalunya – deberíamos conseguir que la lengua de encuentro sea el catalán. Esto sería lo más complicado y difícil actualmente porque supondría que todo el mundo aprendiera catalán, que la añadiera a la lengua o lenguas que ya conoce.

En este sentido, ¿cómo se aborda lo que algunos denominan el “problema de la inmigración”?

Más que un problema es una oportunidad. Si no hubiera habido inmigrantes en Catalunya habría muchísimos menos catalanohablantes. La sociedad sería más homogénea lingüísticamente y Catalunya no sería un país de la media para arriba en la Unión Europea, no sería técnicamente competitiva, sería otro tipo de cosa. Sólo un 30% de los ciudadanos de Catalunya hablaban en catalán con sus abuelos y en cambio más de un 60% lo hablan habitualmente con sus hijos. Ahora bien, es muy difícil incorporar lingüísticamente a tantísima gente. Un millón de personas en diez años significa el 20% de la población. Esto es complicado de gestionar y lo que intentamos es poner todos los mecanismos públicos necesarios para que la gente tenga un acceso fácil al catalán.

¿Qué le parece la utilización política de la lengua?

Utilizar la ignorancia es una cosa típica de aquellos que quieren ejercer un control sobre la sociedad. Cae por su propio peso que el cerebro humano admite el conocimiento de lenguas diversas y que añadir una no supone, en absoluto, tener que renunciar a otra o a otras, todo lo contrario. Yo en eso veo o ignorancia o mala fe, depende del grado de formación que tenga quien utilice esos conceptos. Es muy importante que ante la opinión pública internacional nos mostremos directamente. El conocimiento directo es un antídoto contra todas esas mentiras.

¿Y cuál es la percepción de la comunidad internacional respecto a la política lingüística catalana?

Estamos incidiendo más que en ninguna otra etapa en esta cuestión. Hasta ahora ha predominado una visión muy mediatizada y maniquea. Hoy tenemos más acceso al conjunto de la opinión pública internacional y se empieza a ver de otra manera. La imagen que se tiene del hecho de recuperar lenguas y de la propia diversidad lingüística ha mejorado mucho.

¿Cuál es la situación del catalán dentro de la Unión Europea?

Hay algunas lenguas, entre ellas el catalán y el euskera, que se encuentran en una situación que debe evolucionar hacia el reconocimiento pleno. Es anómalo que no sean oficiales en la UE. No es muy corriente que lenguas que están en el sistema universitario, que son oficiales o cooficiales en comunidades autónomas que cuentan con parlamentos con capacidad legislativa no sean oficiales en Europa. Eso pasa con el euskera, el gallego, el galés y el catalán. Es urgente que la Unión Europea dé un paso adelante y reconozca nuestras lenguas.

¿Es cuestión de voluntad política?

Para empezar debería haber voluntad política por parte del Estado español, que es formalmente plural, pero con una vocación unitaria brutal. Si España reclamara la oficialidad como hizo Bélgica o como hace Finlandia todas serían oficiales en la UE. Eso para empezar requiere de voluntad política por parte del Estado Español y si esa voluntad no existe, cosa que de momento parece clara, lo que tenemos que hacer es reforzar las instituciones europeas para que algún día puedan hacer política lingüística por encima de los estados.

¿Cuáles son en su opinión los retos del euskera?

Se parecen mucho a los del catalán. El euskera es una lengua que se ha consolidado desde el punto de vista académico, formal e institucional. Cuenta con una gramática y un diccionario normativos, con niveles de comunicación, con presencia institucional, pero tiene retos, como el catalán, en el ámbito informal. ¿Qué hay que hacer para que el conocimiento que se adquiere en las escuelas y en las universidades se transforme también en uso habitual en los ámbitos informales? Aquí es donde debemos incidir. Pero estoy convencido de que cuando la arquitectura académica e institucional de una lengua está garantizada el resto es más fácil de conseguir. Soy optimista.

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