La rueda

El Estado del bienestar y la xenofobia

El Periodico, 22-10-2010

Arde París por las pensiones que habrán de sudar los muchachos de la banlieue, los británicos afilan la guadaña para repelar el poco sector público que Thatcher dejó en pie y el patio no anda aquí menos revuelto. Desde los fiordos escandinavos hasta los viñedos que baña el Mediterráneo, se desmantela de forma progresiva el Estado del bienestar construido después de 1945, mientras la vieja Europa asiste al espectáculo exhausta y un tanto desnortada, como aquella Madame, con el cabello tan bien teñido, que cantaba Lluís Llach: «I ella res comprèn,/ ensenya una dent,/riu, riu i res no diu».

Además del recorte de las conquistas sociales, un escalofrío recorre el espinazo del continente en tiempos de crisis: la animadversión hacia el inmigrante, sobre todo el de origen musulmán, que compite por unos puestos de trabajo que ahora escasean y recibe prestaciones del Estado. Es innegable que se han creado barrios gueto y que la Seguridad Social y la escuela pública revientan por las costuras, pero los culpables no son los nuevos inquilinos, que ya suman cinco millones en España, sino quienes planificaron mal su llegada. Alguien abrió las puertas de par en par, alguien se aprovechó de su trabajo, alguien les pagó en negro. Y ahora la extrema derecha se beneficia de los malogros de la clase política mayoritaria. Es hora de legislar en serio y dejar de esconder el problema bajo la alfombra: los ciudadanos, al margen de su origen, deben tener las mismas obligaciones y derechos.

Entre tanto, la cancillera Angela Merkel ha dado por muerto el multiculturalismo – un poco tarde para reconocer el fracaso: la primera oleada de gastarbeiter («trabajadores invitados») turcos llegó a Alemania en la década de los 60 – y afirma que quienes no abracen los valores cristianos no tienen cabida a orillas del Rin. Un discurso peligroso porque cala y prende con la misma virulencia que la maleza del sotobosque. La Europa de la luz es laica y defiende los valores del Estado de derecho. En verdad, aquello de la libertad, fraternidad, igualdad no debería disentir tanto de la raíz cristiana, ¿o acaso sí?

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