Multiculti

El País, , 21-10-2010

NO SÉ si el multiculturalismo ha
fracasado en Alemania. Ni siquiera sé si
se ha practicado, al menos en los
términos canónicos de la sociedad
norteamericana. La dialéctica entre
multiculturalismo e integración fue un
asunto muy tratado en Cataluña en los
tiempos del pujolismo. El anterior
presidente era un feroz adversario del
multiculturalismo. No quería guetos
andaluces, eso decía: la inmersión
lingüística es hija modelo de ese punto
de vista. Pujol, un gran admirador de
Alemania desde sus años escolares,
suscribiría gozosamente las palabras de
Merkel. Y en especial ésas, muy
terminantes, donde subraya la
obligación de los inmigrantes de
aprender alemán. Sin embargo, en este
debate hay muchas máscaras
superpuestas. La primera afecta a la
palabra «cultura». Una triste víctima de
un plural abusivo. No hay culturas. Hay
cultura. Una cultura humana, universal.
Si Stendhal ya se escandalizaba de que
pudiera hablarse de una «música italiana
o francesa», es fácil imaginar hasta qué
punto ha llegado, dos siglos después, el
escándalo. No hay culturas, como no hay
ciencias. Lo que hay son costumbres. Y
religiones, por supuesto. E idiomas, por
desgracia. Las mentiras son múltiples y
la verdad una. Tampoco hay
civilizaciones. Es decir, no hay una
civilización donde las mujeres conserven
su clítoris, si así gustan, y otras donde
no. La civilización esta muy vinculada
con el agua corriente. Sólo hay que
fijarse en el asunto del pañuelo en la
cabeza de las mujeres. La extensión y las
facilidades de la ducha acabaron con la
costumbre femenina de cubrirse la
cabeza. España fue de los últimos países
de Europa en descubrirse, por la
persistencia hasta bien entrado el siglo
XX de comunas y corralas.
La reacción de Merkel y, por igual, de
sus admiradores y críticos es el
resultado de la devastadora confusión
europea entre el singular y el plural. En
la América multicultural (la única
nación del mundo, por cierto, donde esa
palabra no es una exageración sin
sentido) cualquiera, chino o cuáquero,
sabe lo que significan, y a lo que
obligan, las barras y las estrellas. Hay
una idea común del firmamento. Saben
que el pollo con coca cola mejora con
polvo de curry y que en cuanto a
derechos no puede haber un hombre
superior a otro; pero saben también que
hay ideas y valores superiores a otros. A
diferencia de los europeos aprendieron
que hay dos modos de sacar un hijo
tonto: casarse con los de su sangre o
permitir que se críe sin que distinga
entre el bien y el mal. Saben, en fin, en
la cocina y en la vida, lo que va de la
fusión a la fisión, y lo que uno se juega
confundiéndolas.

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