La identidad mestiza

El Correo, MARÍA MAIZKURRENA, 19-10-2010

Algo empieza a cambiar en este país cuando se empieza a escribir sobre los trabajos de Pedro J. Chacón Delgado y sobre ‘la identidad maketa’. Lo hizo ayer J. M. Ruiz Soroa en este periódico. El término ‘maketo’ era hasta hace poco (todavía lo es en gran medida) un tabú que, si alguna vez aparecía en una conversación como huésped indeseado, producía una reacción casi unánime. Esa reacción podría representarse como un grupo de personas que silban, miran al cielo o se sienten súbitamente atraídas por el vuelo de las moscas mientras algunos, con afectado disimulo, tratan de meter el término innombrable debajo de la alfombra. Lo que sería difícil de representar visualmente es que los que disimulan y los que tratan de esconder el ominoso palabro, esa herencia difícil de digerir, son tanto vascos de ‘pata negra’ como maketos. Ambas partes se sienten culpables. Habría que saber de qué. Quizás ni ellos mismos lo saben y lo que necesitaríamos es un psicoanálisis colectivo. Otra cosa que nuestro cuadro imaginario difícilmente podría hacer explícita es que los dos grupos, el de los vascos de ‘pata negra’ y el de los maketos, están representados a la vez en casi todas las personas de la viñeta. Los pactos de silencio en torno a zonas de la realidad deliberadamente ocultas se han extendido durante demasiados años y hay un desfase temporal entre las reacciones y esa realidad dolorosa a la que responden. Tarde se convirtió en tabú la palabra ‘maketo’, después de haber sido usada con profusión por los autóctonos contra los foráneos, por los nuevos vascos contra los inmigrantes de primera generación, por los teóricos del nacionalismo aranista para asentar la identidad vasca frente a la maketa. Y tarde han llegado los trabajos de Pedro J. Chacón Delgado, aunque no por ello dejen de ser imprescindibles, a una sociedad en la que el grueso de la población es ‘mestiza’. No sé si Sabino Arana se volvería a morir si levantara la cabeza, o si cambió de ideas en los últimos años de su vida. Me da igual. El fangoso sustrato ideológico que nos dejó permite hablar con más o menos sorna de ‘mestizos’. Somos los ‘mezclados’ del artículo de Ruiz Soroa. El grueso de la población del País Vasco está constituida por ‘mezclados’, fervientes prosélitos de la identidad vasca algunos, otros conscientes de que ellos no pueden ser ni vascos ni maketos, sino ambas cosas a la vez y, por tanto, algo que no es ni una cosa ni otra. Pero no puede pedírsele al ‘mestizo’ que se identifique exclusivamente con la identidad maketa. El mestizo puede identificarse, eso sí, con símbolos vivientes como Patxi López, el hijo de Eduardo López Albizu, o como Barack Obama, que no es el primer presidente negro de Estados Unidos, sino que es negro y es blanco a la vez, es el mestizaje y la reorganización de las fronteras culturales. Porque las identidades no son, nos recuerda Ruiz Soroa en su artículo, sino fronteras sociales, límites creados. Y los límites cambian de lugar. Lo que ahora necesitamos en Euskadi es un estudio sobre ‘la identidad mestiza’.

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